Bajo la superficie de las cosas fluyen ocultas fuerzas que acaban
imponiéndose, a veces sin que nos demos cuenta. Aun rechazando las
teorías de la conspiración, que tanto éxito tienen entre las personas
más impresionables, hemos de admitir la existencia de unos impulsos, impresiones o estados de opinión,
que se extienden y se imponen, como si alguien hubiese programado
previamente su imparable dinámica. Vean, por ejemplo, los vaivenes de la
política española. En el último año, UPD se ha hundido, Podemos ha
pasado de las más grandes expectativas a la máxima tribulación,
Ciudadanos se ha convertido sobre la marcha en la gran esperanza blanca,
el PSOE de Sánchez no sabe aún si es carne o pescado y el PP ha
logrado convertir en realidad su sueño (perder toda esperanza electoral
en Cataluña a cambio de recuperar sus ambiciones en el resto de España).
Es difícil hacerse a la idea de que todo ello ha ocurrido de manera natural.
¿Por qué un buen día, incluso los medios amigos se lanzaron a la yugular de Rosa Díez,
en cuanto esta se negó a confluir con Ciudadanos? ¿A quién se le oculta
que Podemos ha sido objeto de una campaña de descrédito como nunca se
vió en la España democrática? ¿Cómo ignorar que, sin embargo, Ciudadanos
va en volandas, milagrosamente librado de ataques o críticas, sin que
nadie pregunte por su financiación o divulgue sus incidentes internos?
¿Qué cabe pensar de los malabares estadísticos, confusos y
contradictorios, pero en base a los cuales la mayoría de los
comentaristas han asumido el dogma de la recuperación económica?
El caso es que no existe un centro operativo propiamente dicho desde el
cual se impartan consignas a medios y periodistas (y a los analistas y
expertos cuya opinión cuenta). Pero los mensajes correctos surgen
y se generalizan con una rapidez y una contundencia que parece cosa de
magia. La disidencia se ha convertido en una extravagancia, un lujo que
se permiten unos pocos que están por encima, por debajo o al margen del
sistema. Si yo fuera más ingenuo diría que se trata de fenómenos
paranormales. Pero...
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