No esperen jamás que me pare ni un minuto a comentar las torpes provocaciones de pirados como Willy Toledo
o los deslices de los supuestos expertos en asuntos de la Casa Real que
asignan a Cataluña las barras de la Corona de Aragón. Las teles primero
y ahora las redes sociales producen a tal cantidad de exabruptos,
tontadas, barbaridades y memeces (ahora sobre el general Rodríguez), que entrar al detalle de cada salida de tono resulta trabajoso e inútil. Sin embargo a muchos les pone
este guirigay, porque les permite participar con sus propias paridas.
El cachondeo se torna democrático y participativo. Pero yo paso. Hay
cosas más importantes.
El problema radica en que la actualidad se está llenando de asuntos y reclamos capaces de alucinar a la gente, convertirse en trending topic
y dejar huella en el breve instante de su notoriedad. Nos estamos yendo
de cabeza. He leído, por ejemplo, en tuits, blogs y cuelgues en el
Facebook, pero también en algún medio que va de serio, que aquí,
en la bendita tierra Noble, los niños (se supone que todos) tendrán que
estudiar el aragonés al ser dicha lengua vehicular. Estúpida (y
malintencionada) mentira. En realidad se trata de un proyecto de trabajo
en el que participa la Universidad de Zaragoza y que llevará el
aprendizaje del viejo idioma (normalizado a partir de sus variedades
originales) allí donde se habla y lo soliciten las comunidades
afectadas. Vamos, que la cosa va a ser minoritaria, voluntaria y
adecuada, como pasa desde hace decenios con el catalán.
Pero las
barbaridades y los recochineos se expanden con rapidez y alegría. La
opinión pública se configura así en una atmósfera tóxica. La gente
sensata se vuelve majara porque, además, incluso las noticias
trascendentes llegan en versiones cada vez más confusas. Sin ir más
lejos, a ver quién es capaz (entre EPA y datos de Trabajo) de saber si
el paro sube, baja o se va de vacaciones en verano... Por lo cual
algunos prefieren plantearse otras cuestiones: el último enfurruñamiento
de Cristiano Ronaldo, la patada de Rossi, el chinito de Gran Hermano. Es el imperio de la tontería.
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