Las izquierdas españolas tienen una extraordinaria habilidad para
hacerse un lío con las derrotas... y con las victorias. Miren: ya está
Podemos enredado en los habituales barullos internos. Los padres de la
criatura, sabios académicos que habían sintetizado en su laboratorio
complutense la esencia del quincemayismo (pero eliminando la volatilidad
inicial del producto), chocan ahora con las bases, que les
critican por pretender organizar el nuevo partido desde arriba. El
domingo tuvieron en Madrid la primera asamblea-mogollón. "Para eso son
las asambleas", dijeron después los próximos a Pablo Iglesias.
Seguro que sí, compañeros, pero en los próximos meses (si la encuesta de
EL PERIÓDICO-Gesop no va desencaminada) tenéis que poner en pie una
organización capaz de sostener el funcionamiento de un futuro grupo
parlamentario en el Congreso, otros tantos en varios parlamentos
autónomos, más los correspondientes concejales en ciudades y pueblos. Y
para obtener tan amplia representación institucional es preciso, además,
pulir las propuestas, especificar los programas y disponer de
instancias ejecutivas. Si no...
Mientras, en IU han descubierto la bondad de las primarias abiertas que negaban antes del 25-M. Alberto Garzón, lo más innovador que hay en la coalición, quiere usarlas para catapultarse a un liderazgo que no puede seguir en manos del abuelo Cayo Lara.
Izquierda Unida ha ido interiorizando lo que ya resultaba patente al
conocerse los resultados de las europeas: que aun triplicando los
eurodiputados había sufrido un revés estratégico.
En esta
tesitura, la convergencia en una plataforma unitaria (con debates,
asambleas, participación social y primarias conjuntas) sigue siendo la
única salida lógica para éstas y otras izquierdas. Como se metan en
broncas sectarias y en sutilezas dogmáticas corren el riesgo de perder
el tren.
Otra cosa: Susana Díaz ha preferido Andalucía en
mano que secretaría general del PSOE volando. Los barones y baroncetes
que la apoyaron fervorosamente (entre ellos el aragonés Lambán) se han quedado compuestos y sin jefa. ¡Qué revuelto está todo!
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