Mucha gente que se ha permitido el lujo de votar a IU o a Podemos no
quiere ni poner esto patas arriba ni provocar revolución alguna. Las
izquierdas dejaron de ser revolucionarias hace mucho. Así que sobran los
histerismos reaccionarios. Esa retórica sobre los antisistema y sus
malvadas intenciones no asusta ni a los niños pequeños. Porque el
problema (déjenme que lo repita) no está en los ataques que sufre el
sistema desde fuera, sino en cómo lo han pervertido y corrompido desde
dentro. La ciudadanía quiere rescatar la democracia social de quienes la
han secuestrado. Y que vuelva el orden.
¿El orden? Sí, claro. No el de quienes dan por supuesto que la expresidenta Aguirre o el hijo del ministro Gallardón
pueden pasarse las normas por el arco del triunfo, darse a la fuga y
evitar el alcoholímetro, sino el de aquellos que pretenden la igualdad
de todos ante la ley. No el de los aforados, los enchufados, los
corruptos, los siempre impunes, sino el de la gente normal que está
obligada a cumplir siempre (y cumplir bien) porque, en caso contrario,
se come el marrón con plato incluido. No el de los que tributan desde
figuras societarias o directamente se llevan la pasta a cualquier
paraíso fiscal, sino el de los contribuyentes que nada esconden porque
su sueldo y sus movimientos bancarios son absolutamente transparentes y
por ello deben mantener ese mismo Estado que los otros saquean
alegremente... Es evidente: unos muchos sirven al interés público y
algunos pocos solo miran por su interés.
Son los jóvenes que se
desesperan porque no tienen ninguna oportunidad, pero también sus
familias, conscientes de que aquí hay muchas puertas que solo se abren a
los hijos de ciertos padres. Los trabajadores más veteranos que son
despedidos (y ojo no tengan derecho a una indemnización medio potable,
que Hacienda quiere también su parte). Los parados sin opción. Los
autónomos y empleados cuyos ingresos son estrangulados sin piedad. Son
las clases medias en su conjunto, que no están contra el sistema pero
quieren que este funcione bien. Si no es mucho pedir.
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