El PSOE tiene enormes problemas. Ha dejado de ser el gran partido
interterritorial (su presencia en Cataluña y País Vasco va camino de
nada), no sabe detener su caída, no se beneficia del desgaste del PP, no
es creíble como fuerza de oposición... y empieza a ver cómo a su
izquierda emergen o se desarrollan fuerzas con más potencial. Sin
embargo, los dirigentes socialistas y el conjunto de quienes integran el
aparato (o los aparatos) se aferran con vehemencia suicida a todos los
errores que les han llevado a la situación actual. La miopía política y
el desfase ideológico se traducen en un despendole táctico y estratégico
alarmante. En España sigue haciendo falta una fuerza de centroizquierda
con iniciativa y coherencia. Pero esa ya no es la organización que está
convirtiendo el imprescindible relevo de su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, en un forcejeo indescifrable, donde en general pesan más los intereses personales que cualquier otra cosa.
El PSOE es republicano... pero sus portavoces llevan días haciendo profesiones de fe monárquica con un argumentario tan cortesano
como impropio del momento actual. Es contrario a la destrucción del
Estado del Bienestar... pero ha sido incapaz de integrarse en las luchas
para evitar tal destrucción y de dar alternativas precisas a esos
recortes que en realidad empezaron bajo el Gobierno de Zapatero.
Proclama su voluntad de impedir que la UE sea secuestrada por la derecha
y los intereses financieros... pero primero apoyó como presidente de la
Comisión Europea a Durao Barroso y luego a un candidato, el alemán Martin Schulz, que viene de la coalición con Merkel.
Quiere primarias abiertas... pero encuentra mil excusas para no
hacerlas. Aspira a luchar contra la corrupción... pero parece incapaz de
desterrar a los corruptos de su seno. Demasiadas contradicciones.
Creen en el PSOE que la desafección ciudadana se disipará. Se
equivocan. El sistema, caótico y pervertido, ya no tiene nada que
ofrecer a buena parte de la población. La gente está harta de ver cómo
le toman el pelo y le roban. Y eso no se arregla ni con comunicación ni
extendiendo el miedo.
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