A pesar de los pesares, Pedro Sánchez resiste cual gato panza arriba y
cada vez que las circunstancias (o las urnas) le pegan una hostia, él
sale de entre los escombros, se inventa una permanente, una consulta a
la militancia, unas primarias, un congreso... y sigue, sigue, sigue.
Pero esa capacidad de supervivencia no será suficiente para sacarle del
apuro y frenar la caída en barrena que sufre su partido. A su vez, Pablo
Iglesias ha aprendido a poner buena cara cuando los resultados
electorales de su partido-plataforma sin ser malos no son tan buenos
como esperaba, sin embargo sabe (o debería) que su victorioso sprint se
está convirtiendo en una incierta carrera de fondo. Los dos líderes de
las divididas izquierdas se habrán percatado (digo yo) de que algo va
mal en ese espacio ideológico donde en teoría se mueven y por cuyo
control luchan.
Las izquierdas no solo están partidas en dos
formaciones cuya pugna se ha convertido para ambas en un obsesivo
referente. Además, tales formaciones están fracturadas y dirimen sus
diferencias internas en debates públicos inoportunísimos cuando se está
en vísperas electorales. PSOE y Podemos, a la greña, han sido cogidos en
una pinza entre el PP, que promueve en exclusiva la ortodoxia económica
vigente en Europa, lo cual da verosimilitud a su argumentario, y los
nacionalistas periféricos, que manejan a placer todos los recursos
emocionales.
Patalear, clamar contra la inconsecuencia de tanta
gente de abajo que vota a los de arriba, despreciar a quienes cogen la
papeleta olvidándose de recortes y corrupción no sirve de nada. Si esas
izquierdas desorientadas y sumidas en guerras fratricidas no son capaces
de ofrecer alternativas comprensibles y no tienen lo que hay que tener
para cerrar filas, definir su territorio, ocuparlo ¡y compartirlo!...
las van a pasar canutas. Si se hace inevitable una nueva cita con las
urnas en diciembre y concurren calculando sorpassos y contrasorpassos,
seguirán perdiendo terreno. Con su trote cochinero, Mariano Rajoy les
sobrepasará mucho antes de llegar a la meta.
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