Esa es la cuestión: ¿quién paga los trenes de alta velocidad, las
autovías y los hospitales?, ¿y los autobuses que llegan hasta los
grandes centros comerciales?, ¿y los colegios y universidades?, ¿y los
soldados, policías y bomberos que garantizan nuestra seguridad?, ¿y qué
me dicen (tápense los ojos los ácratas de ultraderecha o los
neofascistas antiEstado) de los sueldos de cargos electos y otros
responsables de administrar la cosa pública? Aquí nadie quiere soltar su
parné, pero no desdeña beneficiarse del que apoquina el vecino. Y lo
más increíble de todo es que, a diferencia de las sociedades de raíz
luterana y calvinista (donde el individualismo se hermana con la
voluntad de cumplir a rajatabla con las obligaciones cívicas), en la
católica España estafar al fisco es visto con comprensión e incluso
simpatía. Así no es raro que en los primeros siete meses de este mismo
año los ingresos correspondientes al impuesto de sociedades hayan bajado
un 85% hasta quedarse en una cifra tan ridícula que Montoro ha
tenido que reclamar un pago anticipado más mollar, porque si no esto va a
ser Jersey, las Caimán y Samoa en forma de piel de toro y con capital
en Madrid. De ahí también que cualquier mínima reforma en las ordenanzas
fiscales de Zaragoza produzca ataques de nervios porque se pretende
incrementar (no demasiado) el IAE de las empresas instaladas en el
municipio que facturan más de un millón de euros.
El enfermizo
hábito de que en nuestro país sólo cotizan (lo que se dice cotizar) las
clases medias asalariadas, los autónomos de actividad controlada y las
pequeñas y medianas empresas que trabajan en blanco ha generado
todo un argumentario miserable, corrompido y tramposo. Desde las
organizaciones empresariales (y/o los comunicadores a su servicio) se
habla de impuestos confiscatorios y se reclama carta blanca e
impuestos reducidos para quienes bastante hacen con crear riqueza y
puestos de trabajo. Pero esas mismas entidades exigen subvenciones,
contratas, privatizaciones, deducciones, convenios, exenciones,
infraestructuras... por cuenta del común. Y a ver quién paga eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario