Entraremos en el otoño sin gobierno, sin aliento, fundidos de calor y
con la corrupción haciéndose visible como nunca. Si no leyeron ayer el
informe que publicó este diario sobre las sucesivas acciones judiciales
que van a tener lugar de manera inminente (con el PP, pero también el
PSOE, paseándose por los banquillos), les recomiendo que lo hagan
acudiendo a la hemeroteca digital. Los líos de Rato, incluido el asunto de las tarjetas black de Caja Madrid. La Gürtel. El borrado de los ordenadores de Bárcenas. Los casos Acuamed, Púnica o Taula. La imputación (o no) de Rita Barberá...
Una sucesión de cierres de sumarios, procesamientos, vistas orales y
quizás alguna sentencia pondrá a la derecha bajo el foco. Más tarde les
tocará a los socialistas andaluces con el tema de los ERE. Octubre será
el mes más denso. Justo cuando se calienten de nuevo los debates sobre
quién, cómo y por qué ha de ser investido presidente.
Existe desde hace tiempo una apuesta táctica y estratégica del
sistema para inculcarnos la idea de que lo de la corrupción no es para
tanto, y menos si afecta colateralmente al inmutable Rajoy o a esa mujeraza de Estado que es Susana Díaz. Se exagera --nos dicen--, se lincha a los hombres y mujeres públicos (¡mira lo que le está pasando a Soria!). Advierten los analistas sensatos
que, en lo referido a este asunto, todos son iguales. Y hemos de
escandalizarnos aquí, en la Tierra Noble, por un bote de no se qué,
mientras olvidamos cómo le hicieron a la CAI (los que cortaban el
bacalao) un agujero de 3.500 millones y la precipitaron en la ruina.
¿Todos iguales? Venga, hombre. Entre la beca de Errejón y la salida a Bolsa de Bankia hay tanta distancia como entre aquellos escraches a la consejera aragonesa Serrat y la guerra de Siria.
La corrupción nos ha jodido, pero bien. Tenemos un sector público
saqueado, una banca social que se esfumó tras ser rescatada con decenas
de miles de millones que jamás se recuperarán, una fiscalidad que
descansa exclusivamente sobre las clases medias (los ricos de verdad no
pagan) y una ciudadanía desmoralizada. Lo vamos a ver de aquí a unas
semanas.
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