Por supuesto, el hecho de que Mariano Rajoy sea gallego es un elemento circunstancial. Pero hasta en eso...
Tras sucesivos reveses electorales (europeas, autonómicas y
municipales, catalanas y andaluzas) el PP volvió a tropezar el 20-D. Fue
entonces cuando su jefatura optó por enrocarse e iniciar una guerra de
desgaste. Sin correr riesgos. Sin salir a campo abierto (por ejemplo
compitiendo como candidato en una sesión de investidura). Día a día,
golpe a golpe, se dedicó a minar a las izquierdas. Objetivo estratégico:
dificultar cualquier entendimiento entre PSOE y Podemos; desprestigiar a
Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias; dejar que su único
aliado potencial, Ciudadanos, fracasara intentando una enrevesada e
imposible alianza, lo que le enseñaría a no ponerse tonto en el futuro.
Ocho meses después, la táctica fabiana (entre los antiguos romanos, forma de combatir rehuyendo el enfrentamiento directo) está dando sus frutos.
Los conservadores son apoyados sin reservas por la ortodoxia política
y financiera de Europa, disponen de más medios que sus adversarios y
actúan con la convicción de que lograrán vencer... como siempre. Y
además (lo más importante de todo) el PP tiene un mando único e
indiscutible, fundamentado en unos estatutos que atribuyen a Rajoy (y
solo a él) cualquier decisión. Por el contrario, las izquierdas están
divididas en dos bloques que no sólo son incapaces de hacer causa común
sino que se enfrentan entre sí en sangrientas escaramuzas. Cada uno de
dichos bloques tampoco es homogéneo: contienen diferentes facciones,
algunas de las cuales practican un evidente quintacolumnismo. Luego
están los nacionalistas periféricos, encerrados en sus peculiaridades,
peleando por su cuenta, aferrados a una obediencia territorial errática y
profundamente egoísta.
Mientras PSOE y Podemos mascan la derrota, Rajoy no tiene prisa. Él y
los suyos presionan y chantajean utilizando los principales recursos
del Estado, que siguen en sus manos. Quieren terceras elecciones. Exigen
la rendición incondicional, y no se conformarán con menos.
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