La Semana de la Movilidad y su momento culminante, el Día Mundial sin Coches, han provocado el enésimo ataque de automovilitis
aguda que padecen de manera crónica muchos habitantes de Zaragoza, la
ciudad inmortal, heroica y cazurra. El caso es que, mientras los más
reconocidos urbanistas del mundo claman por la gentificación de
las ciudades, y mientras las grandes capitales europeas restringen cada
vez más el tráfico de vehículos a motor, aquí la bicicleta y el tranvía
aún levantan ronchas en buena parte del vecindario. Lo que empezó como
una actitud simplemente reaccionaria (la oposición radical a
peatonalizaciones y medios de transporte limpios) se ha convertido en
una extravagante epidemia social.
Lo que nos pasa solo puede
compararse con la obsesión de los chinos, que tras decenios yendo y
viniendo en humildades bicicletas, prefieren ponerse mascarilla por
Pekín y morir a millares por cáncer de pulmón antes que bajarse de su
adorado coche para volver a pedalear, caminar o utilizar colectivos. Es
lo que tiene circular con retraso por el trayecto de las revoluciones
industriales y tecnológicas, que se idolatra el automóvil y se pretende
usarlo de manera compulsiva cuando ese artefacto ya no ocupa ni puede
ocupar el lugar físico y simbólico que tuvo hace 40 años en las
sociedades avanzadas.
Nadie pretende acabar con el coche. Pero
su función urbana tiende a desaparecer en beneficio de una movilidad más
amable y factible. Zaragoza no debería anclarse en un debate ya
superadísimo, porque así jamás dará a tiempo los pasos precisos para
situarse por fin en un modelo de ciudad actual y, sí, sostenible. La
bici y el tranvía son dos medios de transporte idóneos. Más baratos, más
sanos, más adecuados, más rápidos y más propios de los tiempos que
corren. Solo les supera en ventajas el simple y magnífico acto de
caminar. Pretender lo contrario, escandalizarse porque en el Día sin
Coches se cerró al automóvil privado el paseo Pamplona es, y perdonen
que lo diga, propio de catetos recalcitrantes. Hala, a ver si
espabilamos un poquito... Por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario