Esta Navidad ha estado trufadita de unas declaraciones institucionales tan desprejuiciadas como obvias. Empezó el Rey, declarando muy serio y entonado que todos somos iguales ante la Ley y que ha de caer el peso de la ídem sobre quienes se pasen por el arco triunfal las normas vigentes. Son dos afirmaciones de cajón, aunque también sean esencialmente falsas. Ni pagan igual por sus delitos los de arriba que los de abajo ni el castigo se abate sobre los malandrines... salvo cuando se les descubre y sus fechorías pasan a ser de dominio público (aun así, siempre caben triquiñuelas legales, indultos o que la fechoría prescriba).
PP, CiU y PSOE han aclamado las perogrulladas reales. Pues vale. Pero sabiendo lo que (supuestamente) sabemos sobre la hija y el yerno del Monarca y sobre los intentos para tapar sus pecadillos mandándolos a un semidestierro dorado, ¿es factible solventar la situación con un par de lugares comunes? ¿Tan fácilmente se consuela a la esquilmada ciudadanía?
De propina, los nuevos gobernantes (en España y Aragón) anuncian con singular desparpajo las desgracias que nos acechan. El infeliz Zapatero se pasó tres años intentado disimular la crisis, inventando brotes verdes y esperando que la tempestad pasara cual tormenta de verano. Los de Rajoy, desembarcados en pleno temporal, tienen otra táctica tan descarada como contundente. Nos avisan de que lo peor está por llegar. El exLehman de Guindos anuncia la recesión inminente. Nuestro Garcés advierte de que estamos al borde del precipicio. Lo dicen como si la cosa no tuviera que ver directamente con ellos. Bastante trabajo les ha de darn justarnos las cuentas como para andarse con inventos y soluciones. El consejero de Hacienda aragonés afirma incluso que algún aspecto de la contabilidad tierranoblense horroriza a sus colegas de otras comunidades. ¿También a los de Valencia y Murcia (o al de La Mancha)?
En fin, es Navidad y todos estamos llenos de buenas intenciones. El Rey habla bien de su hijo (para compensar lo del yerno, parece) y nuestros administradores nos auguran la ruina caracolera sin remedio. Qué guay.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/martes 27.12.2011
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