Esta vez el PSOE no atraviesa el desierto (de vuelta al vergel del poder) sino que se encuentra naufrago y perdido en una isla desierta. No está muy claro cómo podrá salir de allí ni quién acudirá a rescatarlo. Sus dirigentes están quemados. No hay relevos a la vista. El partido se ha quedado vacío, en manos de unos profesionales que no paran de encadenar fracaso tras fracaso... Y lo más importante de todo: los socialistas españoles (como los de otros países europeos) carecen de proyecto para estos tiempos de crisis. No saben qué hacer. Su recalcitrante centrismo les ha servido de muy poco. Una y otra vez se han empeñado en ser una pieza básica del Sistema (ya saben, esa red de intereses que articula los poderes políticos y fácticos); en cada ocasión han salido trasquilados, porque ni el Sistema en cuestión acaba de adoptarles ni sus votantes aceptan que quienes se reclaman hijos de la socialdemocracia anden por ahí trucando eres, citándose con empresarios ful en las gasolineras o perdonando a los banqueros sus pecadillos veniales. Para eso ya están los conservadores, a quienes su parroquia comprende y justifica cuando son pillados in fraganti.
El PSOE tiene que ir a una refundación. Complicada tarea, pues los jefes del cotarro (los que han perdido las elecciones) se han apalancado en todas las plataformas institucionales. Sea en el Congreso de los Diputados, en las Cortes de Aragón o en el Pleno del Ayuntamiento de Zaragoza, las bancadas socialistas dan escaso juego si de refundar se trata.
Se oye por ahí que el PSOE tiene cuatro o incluso ocho años para reinventarse. Lo dudo. Los procesos políticos son cada vez más fluidos; y si la hegemonía del PP arroja sobre la ciudadanía la granizada de ajustes, privatizaciones y pérdida de derechos que Rajoy maquina, será preciso contar rápidamente con alternativas factibles.
El socialismo español debe revisar su trayectoria, reconocer los errores, hacer autocrítica... y adoptar medias drásticas para ventilar las agrupaciones abriéndose (como han hecho en Francia) a simpatizantes y votantes, a la gente de izquierdas, a la sociedad civil. Tal vez sea su última oportunidad.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/sábado 03.12.2011
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