Del Valle de los Caídos poco puedo decirles. Mi primera idea al respecto era la de reclamar aquí la voladura del horrendo monumento, pero se me adelantó Maruja Torres en El País (¿y quién podría competir con semejante monstrua del periodismo?). Luego pensé en pedir que la cruz, las grutas y los alcázares de granito alzados sobre el dolor y la sangre de miles de españoles permaneciesen tal cual, como recordatorio de la barbarie fascista. Pero Lola Ester y Antonio Aramayona ya plantearon ese mismo criterio aquí, en EL PERIÓDICO. Prescindo pues del tema. Además, si el Gobierno saliente (o el de Felipe González) no tuvo arrestos para hacer lo debido en Cuelgamuros, el entrante, el de Rajoy, pasará por completo del asunto pues en el PP no quieren revisar un pasado que tan propicio le fue a la derecha española.
Está muy extendida la idea de que, metidos como estamos en una crisis del copón de la baraja, eso de ajustar cuentas con la Historia reciente es superfluo, contraproducente y negativo; tiempo perdido. Como vengo diciéndoles, el descalabro financiero, el reventón de la burbuja inmobiliaria y el pavoroso aumento del desempleo no sólo enmarcan una coyuntura favorable a la deconstrucción de la democracia social, también servirán de magnífico pretexto para quitarnos de la cabeza cualquier aspiración razonable en el campo de los derechos laborales, la igualdad entre sexos, la defensa del medio ambiente, la solidaridad con los pobres de la tierra... en fin, esas minucias ajenas a la ley del beneficio que entretienen a los progres trasnochados, a los perroflautas y a los ecologetas. En nombre de la eficiencia económica nos venderán de todo: individualismo feroz, destrucción irreversible de los recursos naturales, desigualdad a tope y otros futuribles siniestros.
También cabe la posibilidad de que la gente rechace esas ofertas y reclame un porvenir de más calidad. Salir de la crisis puede significar la entrada en una nueva economía social de mercado, sostenible, inteligente y respetuosa con el medio ambiente, capaz de generar progreso y empleo. Otro futuro, en suma. Que, por cierto, no se alcanzará si aceptamos olvidar el pasado.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/lunes 05.12.2011
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