Casi 24 horas después de que la presidenta Rudi y el consejero Oliván presentasen sus 400 medidas para sostener la sanidad pública sin acudir al copago, llegaba yo a las urgencias del Clínico acompañando a un familiar. Allí, en el habitual tránsito de los pasillos a los boxes y de los boxes a los pasillos, comprobé que el hospital funciona al 120% mientras su personal se va llenando de dudas, de miedos, de aprensiones y (en no pocos casos) de una sorda indignación. Sobre el futuro del Salud (y las 400 medidas son un ejemplo) se ciernen demasiadas incógnitas, demasiadas ocurrencias y demasiadas restricciones. Lo peor es que muchos de nosotros (trabajadores de la Sanidad pública o posibles usuarios de la misma) empezamos a mostrarnos receptivos a los mensajes del Nuevo Poder Conservador (NPC), que nos culpa ahora del ajuste por haber sido manirrotos, absentistas, vagos, exigentones y subidos a la parra. Encima nos autoinculpamos. La releche.
Las citadas 400 medidas inventadas por el Departamento de Sanidad y la gerencia del Salud se dividen en cuatro clases: las perfectamente razonables, las que parecen ser razonables pero esconden malas intenciones o no sirven para gran cosa, las absurdas y/o inútiles y las que se presentan en forma y fondo como magníficas... cabronadas. Muchas de ellas, además, son tan inconcretas que pueden ser cualquier cosa. El balance final apunta hacia un claro debilitamiento del sistema sanitario, o sea, un retroceso en toda regla.
La red asistencial tejida por el Salud siempre ha estado sometida a tensión. Desde hace años, los grandes hospitales de agudos se aproximan por momentos al colapso pero siempre logran salir a flote manteniendo un buen nivel de calidad. La Sanidad pública española es de las mejores y más baratas del mundo. Pero si el NPC va dándole un empujón tras otro llegará inevitablemente la crisis. Y mucho ojo, porque estaremos perdiendo un factor básico para asegurar nuestra supervivencia y mantener el equilibrio social; un factor único, sin alternativa ni repuesto. Permitir su hundimiento sería estúpido e imperdonable.
JOSÉ LUIS Trasobares 03/02/2012
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