El ministro de Agricultura y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, vuelve con la tabarra de aquel Plan Hidrológico Nacional. El retorno al poder de la derecha se traduce en eso: en la recuperación de los viejos paradigmas, de los antiguos mitos y de los dogmas de fe que configuran la trayectoria histórica de la España inmortal; pero sobre todo sublima la hidalga y carpetovetónica aspiración de tener razón por encima de todo, de ganar la última mano sin ceder un ápice, de sostenerse sin enmendarse jamás. Antes muerto que mudao. Naturalmente, el paseo militar trasvasista promenten pactarlo en petit comité para que cada cual se lleve lo suyo. En Aragón, los pantanos; en el Levante, los grifos. Cojonudo.
Cañete es ministro porque se mantuvo fiel a Rajoy durante la travesía por el desierto y porque maneja las claves de la nueva España, destinada a ser una especie de zombiland resurrecta, en pleno retorno a los viejos y buenos tiempos. El trasvase no es posible en términos financieros (y eso es esencial en los tiempos que corren, ¿no?) ni encaja en los actuales usos hidrológicos ni tiene sentido alguno (¡pero si la supuesta cuenca excedentaria atraviesa una sequía de no te menees!). No obstante forma parte del actual imaginario conservador, sobre todo porque encarna el ajuste de cuentas con el desnortado zapaterismo, la izquierda en general y el aragonesismo progresista (pecado ideológico de lesa majestad). ¿No fue Cristina Narbona quien echó abajo aquel PHN parido por Jaume Matas (sí, el superimputado)? Pues ahora volvemos al principio de la historia para poner los puntos sobre las íes. El que manda, manda. Que se lo digan a César Trillo, jefe de los regantes altoaragoneses y afanoso colaborador de cualquier iniciativa hidroilógica que lleve dinero público a los bolsillos privados.
Y por si la vuelta del PHN no es suficiente, el actual Gobierno de España se ve capaz de llevar a cabo prodigios verdaderos. Como pegarle el tiro de gracia al sector de las renovables (una de nuestras pocas industrias punteras, expansivas e internacionalizadas), depurar hábilmente la judicatura o imponer por ley las virtudes nacionalcatólicas. Cuánto juego da la crisis.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/jueves 02.02.2012
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