Es tremendo, la verdad. Rajoy nos augura todo tipo de desastres con una extraña fruición. Él va con la verdad por delante, no como el pérfido Zapatero que se engañaba incluso a sí mismo. Pero, al fin, el actual presidente del Gobierno español anuncia que la salida de la crisis va para largo; o sea, lo mismo que ya advertía el del PSOE.
Habrá que esperar, vale. También el consejero aragonés de Economía, Francisco Bono ha recomendado paciencia. Lo que ninguno tiene en cuenta es que, si esto sigue así, llegaremos al día de gloria convertidos en auténticos espectros. Nos ocurrirá como al burro de aquél que quiso acostumbrar al animalico a no comer, a base de irle reduciendo poco a poco la ración. Y resultó que cuando el jumento ya pasaba por el aire... se murió, el muy jodido.
Ahora nos enjaretan otra reforma laboral obviamente regresiva. Todo quisque da por sentado que este último apaño no va a servir para nada, salvo para acojonar todavía más a los trabajadores. No habrá más empleo ni crecimiento ni nada. En todo caso, nos dicen los partidarios de la ortodoxia, estas medidas drásticas y bordes darán fruto cuando lo den y a quien se lo den.
Para justificarse mejor, el PP se cubre por arriba con el constante goteo de corrupciones y corruptelas atribuibles a los socialistas o a su entorno, y por abajo con una maniobra tan amplia como eficaz para revalidar la naturaleza conservadora de la judicatura. En el inmediato porvenir, con Garzón ajusticiado, no habrá gürteles pero sí eres. Ciertas investigaciones judiciales serán impermeables (a las filtraciones) y otras quizás no tanto. Y en todo caso Rajoy castigará en nuestras espaldas y nuestros bolsillos las malaventuradas andanzas de Rubalcaba y compañía.
Es la crisis, el ajuste, la ruina. La Universidad pública (la aragonesa, sin ir más lejos) se queda sin fondos, la investigación languidece, la enseñanza en general vuelve al seno natural de la Santa Madre Iglesia... y los jefes cruzan los dedos esperando que un día de éstos rebrote el sector de la construcción, volvamos a levantar más pisos que toda Europa junta y podamos ponernos a currar de encofradores. Si nos ha quedado aliento.
JOSÉ LUIS Trasobares 11/02/2012
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