En buena lógica, esto ha de cambiar. Las principales instituciones
aragonesas deben entrar en una catarsis hasta orientarse en función de
otros códigos de conducta y otros intereses. No, no se trata de darle la
vuelta a ninguna tortilla, sino de poner las cosas que importan en su
sitio. Es cierto que el PP y el PAR de Biel todavía intentan
convertir Teruel en una especie de búnker donde preservar las viejas
esencias. Pero en el resto de Aragón se impondrá la lógica mayoritaria.
Aunque el PSOE siga en manos de las viejas guardias, aunque Podemos y
los en Común desbarren, aunque CHA se empeñe en hacer del
aragonesismo una virtud exclusiva y excluyente... En el peor de los
casos, ninguna de las fuerzas políticas que han de tomar parte (de una u
otra forma) en la investidura o elección de los gobiernos y de las
alcaldías puede permitirse dejar las cosas como están.
Que la más
mínima transformación del estilo de gobernar (la DGA, las diputaciones o
los ayuntamientos) llena de zozobra a los actuales beneficiarios del
Sistema es evidente. Llueven sobre el PSOE recomendaciones y
advertencias. Se lamenta la flojera de Rudi, quien arrió enseguida la bandera sin luchar hasta el último minuto por una alianza centrista frente a los radicales (una alianza, que obviamente debe incluir a los socialistas puesto que Ciudadanos, concebido como una segunda marca, no basta para hacer casi nada). Se lanzan mensajes destinados a expresar el temor de ciertas empresas ante la inestabilidad
que habría de provocar un pacto entre el PSOE y Podemos
(inestabilidad... ¡para quienes dejarían de meterle mano al erario por
la cara!).
Pese a todo, Lambán no tiene otro remedio que
poner en pie un Ejecutivo técnicamente solvente, transparente, honesto y
volcado en la recuperación de los servicios públicos y la reforma de
una administración (la autonómica) descompuesta por la discrecionalidad
política y la falta de independencia y rigor profesional. En esto, el
PSOE no se ve obligado (sólo) por la vigilancia a que sin duda le
someterán Podemos (y CHA e IU), sino por su propia conveniencia. Ésta
es su última oportunidad para seguir siendo un referente político en la
bendita Tierra Noble.
Por idéntica regla de tres, Zaragoza en
Común tiene la obligación de gestionar el Ayuntamiento cesaraugustano
con la mayor finura y eficacia. Si Santisteve y los suyos
fracasan, si no responden a las expectativas de los votantes y se
obsesionan con las neuras minoritarias, si no son capaces de atraer a
sus equipos a los dos concejales de CHA (los respectivos programas son
casi idénticos), si, en fin, no renuevan con talento la forma de hacer
ciudad, tampoco volverán a disponer (ellos y lo que representan) de otra
ocasión igual. Será difícil. Pero es lo que hay.
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