Imaginen a la directora o director de un colegio público de Primaria
una mañana cualquiera de este curso. Mientras desayuna, la radio le
cuenta que en los centros catalanes de los Jesuitas han dejado a un lado
la controvertida LOMCE. Han disuelto dos etapas educativas (Primaria y
Secundaria) para rehacer otra (de 5° de Primaria a 2° de ESO). Han
modificado el currículo según sus necesidades, a fin de ilusionar a los
alumnos incitándoles a la investigación y el esfuerzo. Han tirado los
tabiques de las aulas para agrupar clases y maestros. No salen al recreo
a una hora predeterminada, sino cuando el trabajo cansa a los chicos.
No hay notas... Una escuela innovadora, muy similar por cierto a la de
países como Finlandia y Dinamarca, tan admirados por sus resultados.
Así que esa directora o director se va al trabajo imaginando a su vez
cambios, posibilidades, retos... dispuesto a ser un auténtico
emprendedor. Y allí, en su colegio, se topa con la cruda realidad. A las
nueve de la mañana hay que cambiar el horario de los maestros porque en
el recreo (de 11 a 11,30, todas las clases a la vez) no se cumple la ratio
exigida por Ley. Luego hay que explicarle a una madre que, aunque su
hijo no pronuncia algunos fonemas, esa misma Ley impide enviarle a la
profesora de Audición y Lenguaje porque no está clasificado como alumno
"con necesidades educativas especiales". Más tarde, el inspector de
referencia le lee la cartilla porque en un informe obligatorio ha
subrayado las opciones elegidas... en vez de marcarlas con una x; hay
que repetirlo. Ha de asegurar que los profesores completan los Estándares de aprendizaje evaluables (que sólo en el área de Lengua de 1° de Primaria suponen 64 observaciones por alumno)... Y justo en ese momento el sistema (informático) peta y se cae. Quisiera ser jesuita.
Las tribulaciones de la comunidad educativa aragonesa se multiplican porque el Departamento de Educación saliente,
tras maltratar a los centros públicos durante cuatro años, está
intentando mantener el sabotaje hasta el último segundo. Ordena a los
institutos preparar la aplicación de la LOMCE el próximo curso, aunque
sabe que el futuro Ejecutivo autónomo quiere paralizarla. Impide que los
colegios más dinámicos organicen su claustro para seguir desarrollando
sus proyectos a partir de septiembre. Boicotea a los directores.
Desbarajusta las ya reducidas plantillas... Atila y su caballo.
PSOE y Podemos deberían darse prisa. Porque, si no, cuando el primero
de ambos partidos llegue por fin al Pignatelli se va a encontrar tal
devastación que no sé cómo podrá poner aquello en orden. En lo que se
refiere a la Educación y en casi todo lo demás. Por si fuera poco, desde
el 24-M la DGA ha suspendido pagos. ¡Y aún se quejaba Rudi de la herencia recibida!
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