El otro día, un colega refutó muy bien
esa ridícula tesis de que el Gobierno de España afronta un problema de
comunicación. Hombre, vino a decir, si tienes que anunciarle a alguien
que le ha tocado la Primitiva, puedes hacerlo de la peor manera, con
mala cara y palabras inadecuadas... pero el agraciado recibirá la
noticia con enorme alegría; en cambio, si has de explicarle a esa misma
persona que tiene un cáncer incurable, por muy bonito que se lo digas,
la vas a dejar hecha polvo. Así de simple es la cuestión. Rajoy
y los suyos se han empeñado en que la gente les aclame gozosa porque
los beneficios de la banca y las grandes empresas no dejan de aumentar.
Pero, claro, cuando detrás de eso hay unos sueldos de hambre y unos
contratos temporales que tienen al personal en vilo (y eso en el mejor
de los casos), nadie está para celebrar nada.
Pasa como con los resultados electorales: si eres el más votado, pero
no dispones de aliados factibles y la otra parte suma más que tú,
pierdes el poder y estás jodido. Haz el relato que quieras, que la cosa
no mejora. Vean la cara de funeral que ponía el pobre Eloy Suárez en el pleno del Ayuntamiento de Zaragoza que eligió alcalde a Santisteve. O háganse a la idea de cómo está Carmen Pobo,
la frustrada jefa del PP turolense, que se ha quedado sin nada después
de que el PAR le escamoteara la Diputación Provincial para dársela al
PSOE (que a la postre los socialistas van a tener el Gobierno de de
Aragón y puede ofrecer más gabelas). El fiasco se lo pueden pintar de
purpurina, pero seguirá siendo... eso.
Comunicar implica una serie de recursos técnicos y de habilidades
personales, por supuesto. Pero la clave radica en el mensaje. La
ciudadanía (o al menos buena parte de la misma) está harta de que le
cuenten milongas y le den gato por liebre. Ahora mismo, por poner otro
caso, la esperanza ha prendido en los seguidores del Real Zaragoza (que
curiosamente son motivados mediante eslóganes, ¡Sí se puede! o ¡Zaragoza no se rinde!,
muy de campaña política). Pero si el equipo no logra mañana el ascenso a
Primera, la decepción será monumental. Se cuente como se cuente.
JLT 20/06/2015
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