Suelo insistir una y otra vez sobre el despiste estratégico de esta
bendita Tierra Noble, lo cual me ha dado fama de tocapelotas,
espantapájaros y eterno pesimista. Pero luego (dicho sea sin ánimo de
presumir de nada) viene la realidad a demostrar, de manera tan
inequívoca como descarnada, que Aragón carece, en efecto, de visión de
futuro, criterios sólidos y esa cosa que solemos llamar sentido común
(aunque tan vital sentido ya no sea lo que fue desde que Rajoy se empeña en atribuírselo a quienes, como él, distinguen entre un vaso y un plato).
El caso es que Aragón produce hoy más energía quemando carbón que
mediante los generadores eólicos. Así, retrocedemos alegremente hacia el
siglo pasado (el XIX, se comprende). Meterle fuego al lignito es un
método atrasado, sucio, ineficiente y causa obvia del calentamiento
global, que es en estos momentos el mayor desafío que afronta la
humanidad. Ustedes me dirán que gracias a esas piras contaminantes
sobrevive la minería (el único asidero de algunas comarcas aragonesas). Y
yo les daré la razón e incluso cantaré Santa Bárbara Bendita,
uno de los más bonitos y emotivos himnos que conozco. Pero habré de
volver a la primera y fundamental evidencia: producir energía a partir
del carbón es un atentado contra el medio ambiente. Y no está el medio
ambiente para bromas, porque la subida de las temperaturas aquí y en
todo el planeta provoca ya tremendas catástrofes. Por eso el mundo mira
hacia las renovables. Solo en España (y Aragón la más famosa) ha querido
el Gobierno hundir tal sector y frenar su progresión tecnológica (que
era referente mundial) sustituyéndola por el carbón (caro y
contaminante), y la nuclear (peligrosísima, por supuesto).
El
desastre para las cuencas mineras aragonesas nunca fue el cierre de las
explotaciones, que ya debiera ser un hecho. Sino nuestra incapacidad
para sustituir el carbón por otras actividades. Se han tirado (sí,
tirado) cientos de millones en proyectos fracasados que no hacen sino
incrementar la dependencia económica y la decadencia del Bajo Aragón.
Ahí está el drama.
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