Aunque se esfuerzan lo indecible, quienes dirigen los informativos de TVE tienen muy difícil situar a Rajoy en línea con su homólogo portugués Passos Coelho,
que acaba de ganar las elecciones a pesar de todo (rescate, recortes y
la ruina definitiva de un país donde ni siquiera nacen niños). Claro que
el conservador luso, aun habiendo sido el más votado, no tiene mayoría
absoluta y para gobernar necesitará la complicidad de los socialistas,
que se han negado a formar un frente de izquierdas con los comunistas y
el Bloco (una especie de Syriza-Podemos, por definirlo de alguna forma). Lo malo es que nuestro Mariano está muy lejos de ganarse la neutralidad de Pedro Sánchez.
Este juega sus cartas despacio y mira con creciente interés a
Ciudadanos. Que Podemos se desinfla (según los sondeos) y él bien podría
entenderse con Albert Rivera, de guapo a guapo. Y eso
que, según el CIS, a los votantes españoles les gustan más las alianzas
de izquierdas que las de derechas.
El PP, lastrado por unos casos de corrupción mucho más corpóreos que los de los sociatas (¡ay ese Rato!) y tiroteado desde sus propias azoteas por Aznar,
pierde una elección tras otra. A Rajoy se le ve fatal. Sus discursos e
intervenciones públicas dan grima. No conecta, no transmite, no
convence.
En la política española abundan los perdedores. El PP va de culo
(hasta en la Comisión Europea ponen en duda sus cuentas y presupuestos).
El PSOE se ha resignado a considerar un triunfo todo lo que no sea caer
mucho más, y se consuela tejiendo o imaginando pactos que le permitan
gobernar. Podemos, bajo el fuego cruzado, se enreda en sus propias
contradicciones y debilidades. Izquierda Unida se ha quedado sola camino
de la extinción... De la debacle solo se salvan (más o menos) los
nacionalistas periféricos, en sus distintas versiones, y los
nacionalistas centrípetos, C's. Pero a saber qué pasará de aquí a
diciembre.
España es una incógnita. Cada vez hay menos gente inteligente y
preparada a la que le interese entrar en política. Es una actividad muy
exigente, muy mal vista y cada vez peor pagada. Y a nadie le gusta
perder.
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