Al principio creímos que los atentados en Oslo eran cosa de alguna célula yihadista. Luego la aguja de marear giró ciento ochenta grados y señaló al culpable: cristiano, fascista y antiislamista. Lo mismo pero al revés. A la postre, un fanático es un fanático. La intolerancia habla el mismo lenguaje violento en Escandinavia, en Madrid o en Afganistán (aunque los afganos, al menos, tienen la excusa de su ignorancia, su pobreza y sus brutales tradiciones).
Lo más impresionante del noruego Breivik es la potencia de su obsesión. Preparar semejante ataque durante meses sin desfallecer ni un momento implica una constancia y una aplicación insólitas. Así son los fanáticos. Incluso sin llegar a la violencia directa son capaces (como vemos a diario) de volcarse día tras día en internet para dejar su huella. Incuban con paciencia los huevos del odio, cultivan con mimo su verdad, insultan al enemigo.
Cada vez que hablo de religiones en algún artículo (y aunque no lo haga) un individuo entra en los comentarios de la edición digital para vituperarme por estar vendido, según dice él, al islamismo. A este le da por ahí, otros (inspirados en las barbaridades que difunde la caverna mediática española) tienen diferentes manías. El otro día cometí el error de aceptar la llamada de un lector que deseaba hablar del caso Faisán. Nunca lo hiciera. El tipo se puso como loco cuando intenté explicarle que, si los etarras de aquel bar fueron detenidos de todas formas pocas semanas después y están en la cárcel, ¿cuál es el problema? Y llegó al paroxismo al decirle que esta cúpula de Interior ha sido (con diferencia) la más eficiente en la lucha contra ETA. Colgué alucinado.
Claro que los majaderos salidos de madre son la caricatura de la onda totalitaria que se expande por Occidente a través de formaciones políticas legales. Es el neofascismo (ahora ultraliberal y prosionista) que ataca desde el Tea Party americano o las formaciones de la extrema derecha europea. Son, al otro lado del espejo, la contrafigura del islamismo talibán. Ayer mismo, varios espontáneos afirmaban en los foros internáuticos que el tal Breivik "se pasó", pero que su manifiesto contenía "verdades como puños". Desgraciados.
José Luis Trasobares/El Periódico de Aragón/martes 26.07.2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario