Atravesamos un largo interregno en el que unos se van, otros llegan y el PAR... se queda. No hay en Aragón gobierno propiamente dicho y sólo podemos hacer suposiciones sobre lo que nos espera en el futuro o entretenernos hablando de las cuitas de Rubalcaba o de los presuntos pufos de la SGAE.
La verdad es que el relevo en las instituciones de la Tierra Noble se está llevando a cabo con unos modales exquisitos. Iglesias desplegó sus encantos ante la majestuosa Rudi, como si en vez de haber perdido las elecciones fuese él mismo quien hubiera designado Sucesora a Luisa Fernanda y no a Eva. A don Marcelino no lo va a sacar de su rol centrista ni la derrota ni cataclismo alguno. El único presidente que (hasta la fecha) ha repetido en el sillón quiso desde el primer momento quedar bien con todo el mundo. Casi lo ha logrado. Se va sin un mal gesto, cumpliendo compromisos de última hora, hablando bien del PP (y no digamos del PAR), ordenando auditorías... Siempre dije que este hombre le había cogido el tranquillo a nuestra bendita Comunidad. Ni se significó al principio ni se significa al final. Los mismos poderes fácticos que aceptaron su presencia (aunque pudiesen menospreciarle por detrás) no van a tener jamás mejor interlocutor ni jefe político más cumplidor. Y el aragonés promedio, tampoco.
Iglesias hace mutis por el foro y ya sólo queda un malo de la película: Belloch, que como no releva ha cabreado a las gentes de orden. La derecha organizada lo tiene en el punto de mira, y Eloy Suárez, portavoz municipal del PP, se apresta a no dejarle vivir con razón o sin razón, con tranvía o sin tranvía, con muchas comisiones o pocas comisiones. Zaragoza va a tener así un alcalde muy debilitado por los rumores calumniosos y sus propios desbarres... y un obsesivo jefe de la rebotada oposición que es capaz de hacerse un lío con la cosa más simple. Estamos como queremos.
Hoy se reunen Rajoy y Biel. Firmarán (en Madrid) el pacto PP-PAR, con Rudi en el papel de Reina Madre. Se han tomado su tiempo pero ya está. Sólo queda esperar el nombramiento de consejeros y demás cargos (el momento más morboso), y luego, ¡a veranear!
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