La cosa se puso fea de verdad el 19 de julio. Hace 75 años, sí. ¿Demasiado lejano? ¿Un margen temporal que aconseja el olvido? ¿Por qué se agitan las pasiones cuando en el Telediario aparecen imágenes de la Guerra Civil, se repone la película Dragón Rapide (fabuloso Juan Diego en el papel de Franco) o Telemadrid dramatiza a su estilo el asesinato de Calvo Sotelo?
El 19 fue cuando sacaron los cañones a las calles de Zaragoza y se declaró el Estado de Guerra. Empezaron las detenciones, mientras las centrales sindicales declaraban la huelga general y los más bragados de las izquierdas intentaban oponerse al golpe con sus pistolas Furor o Astra. Fue tal día como hoy cuando la República vió que perdía Zaragoza a manos del general Cabanellas y aún envió aquí al también general Nuñez de Prado, héroe de Africa, que luego sería fusilado por quienes decían ser sus compañeros.
¿Tiene sentido que recordemos estos hechos? Bueno, los países democráticos conmemoran cada año (y más cuando el aniversario hace una cifra redonda) el desembarco de Normandía. A los actos con tal motivo incluso acuden representaciones oficiales alemanas, porque en Alemanía se asume que durante la II Guerra Mundial su país estuvo en la bando equivocado, en el de los malos. A nadie le extraña todo esto, ni que Francia celebre la liberación de París o que Rusia haga lo propio con los hitos de su terrible lucha contra la invasión nazi. Fechas anteriores (la toma de la Bastilla, la proclamación de la independencia norteamericana) son fiestas nacionales. La historia, amigos, debe recordarse.
Lo que pasa en España es que aquí, a contrapelo del resto de Europa, perdieron los buenos. Entiéndanme, en una guerra nadie actúa guiado por la bondad y las atrocidades están a la orden del día, pero a menudo hay un bando que merece más la victoria porque está guiado por mejores razones e ideales. Por eso Alemania o Japón, como digo, aceptaron los valores y el punto de vista de sus enemigos. Aquí, ni siquiera la llegada de la democracia permitió poner las cosas en su sitio. Arrastramos una disfunción que nos perturba y nos impide volver página. Y van 75 años.
J.L. Trasobares/El Periódico de Aragón/martes 19.07.2011
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