En nuestra edición del pasado jueves, las páginas 28 y 29 de la sección de economía, encaradas, ilustraban perfectamente sobre los entresijos de la crisis económica (crisis, o como quieran llamar ustedes al laberinto en que nos han metido los poderosos de la globalidad). A un lado, la noticia de que Taim Weser, la empresa del presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza y del Consejo de Cámaras de España, Manuel Teruel, había pactado con sus trabajadores un incremento salarial del 3% (incluyendo 250 euros mensuales de subida lineal), rompiendo para bien la inercia de los convenios. Al otro, un informe sobre las triquiñuelas de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, a la que le van saliendo extrañas filiales inmobiliarias y otras situadas en clamorosos paraísos fiscales. La eficacia y la competitividad frente a la corrupción y la ruina. Por eso, no se engañen si les vienen con cuentos los expertos de rigor: de esta no saldremos con más ladrillo, sueldos más bajos, precariedad laboral y una clase trabajadora humillada, derrotada y empobrecida; para remontar hay que apostar por la creatividad y la eficiencia, por empresas bien dirigidas, por plantillas expertas, satisfechas y bien retribuidas, por acabar de una vez con los sinvergüenzas.
Poco antes de que en Taim Weser se firmase el acuerdo mencionado, el presidente de la Confederación Regional de Empresarios de Aragón (Ceoe-CREA), Jesús Morte, había hecho unas declaraciones políticas recogiendo palabra por palabra los postulados del PP y advirtiendo que los empleados han de hacer un esfuerzo "trabajando más para ganar menos". Contradicción evidente: aquí no se trata, diga lo que diga Morte, de salvar empresas ineficientes (o de incrementar los beneficios de los empresarios más agudos) hundiendo a los trabajadores en la miseria y la alienación. La clave está en salir a flote compitiendo, ganando y promoviendo una mano de obra especializada, satisfecha, bien pagada y altamente productiva gracias a las tecnologías y la buena organización. O sea, trabajar bien (en España se siguen horarios laborales demenciales) y ganar más.
Lo otro, lo de la CAM (o cualesquiera otros casos similares, que por desgracia los hay en abundancia), es el paradigma del mamoneo, de la chapuza y de la especulación a través de un sector, el de la construcción de viviendas, que alcanzó (justo durante el boom inmobiliario) las más altas cimas de la chapuza y la ineficacia (por mucho que diga el nuevo consejero de Economía del Gobierno aragonés, Francisco Bono, al defender el papel del ladrillo en nuestra economía). La CAM era ladrillo puro, especulación y latrocinio. Allí se han hecho unas cuantas fortunas, pero ahora tendremos que escotar entre todos para tapar el agujero final.
Menos bromas y más dignidad, en criterios... y salarios.
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