Visto lo visto se hace difícil criticar cualquier medida destinada a frenar el déficit de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos. Y ello porque los balances contables que exhiben hoy la mayoría de dichas instituciones son no ya impresentables sino escandalosos. Claro que el Ejecutivo central también la ha llevado buena, con unos gastos militares de potencia media capaz de proyectar su fuerza sobre teatros lejanos, o con una red de alta velocidad de primerísima división, o con mil y un aeropuertos inviables. Pero el aparato institucional de segundo y tercer nivel toca techo a la hora de señalar deshueves, desmadres, despilfarros y desvaríos. Me da igual Andalucía, Valencia, Castilla-La Mancha, Galicia, el PP, el PSOE, el Tripartito catalán o aquel señor tan majo que le llevaba anchoas a Zapatero (y luego quería AVE directo a Madrid para no perder diez minutos pasando por Bilbao). El caso es que esto hay que pararlo de alguna manera porque se ha ido demasiado lejos en los grandes o pequeños dispendios regionales y locales.
El quid de la cuestión radica en cómo y en qué se ha gastado el dinero. Pues si ahora se frena el chorreo a base de cortar inversiones necesarias para el bienestar de la población mientras se mantienen caprichos, sociedades públicas ruinosas y proyectos imposibles la acabaremos de cagar. Y me temo que algo de eso hay cuando en la bendita Tierra Noble se sigue metiendo mogollón de dinero público en el esquí, las carreras de motos o la externalización de servicios mientras se recorta en Educación, Sanidad o investigación. Rajoy y sus ultraliberales desenfrenados quieren seguir al pie de la letra el axioma de que España debe producir en términos chinos y tener una red de servicios públicos a la norteamericana. Dicen que no, que respetarán el Estado del Bienestar, pero es que sí, que se lo van a ir cargando. De los tres mil soldados que tenemos destacados en el extranjero o del coste que nos acarrean las centrales nucleares, ni media palabra. Pero a las energías renovables, ni un céntimo. Para ahorrar. Imaginen los efectos de semejante estilo en la gestión de autonomías y ayuntamientos. De la sartén, al fuego.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/sábado 28.01.2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario