Es una pregunta retórica: ¿por qué el Gobierno de Aragón se resiste con uñas y dientes a exponer en las Cortes el contrato suscrito entre Motorland y Dorna, la empresa organizadora del GP de Motociclismo? El tema ha desencadenado la pantomima, tan ridícula como insultante, de pedir informes jurídicos para determinar si procede, o no, mantener la confidencialidad de un acuerdo que compromete (y no en pequeña cantidad) el dinero de los contribuyentes aragoneses. Es un síntoma más de la enfermedad institucional que nos aqueja, un síntoma que se suma a otros muchos porque la crisis está tirando al suelo todos los palos de ese sombrajo que ha sido y es la política de escaparate.
Hace poco, en las páginas de este mismo diario, un concejal del PP por Alcañiz refutaba la tesis de que estamos gastando en campeonatos y memeces el dinero que necesita la universidad o el que se le está regateando a la sanidad. Según él, Motorland y sus circuitos traen el progreso y el desarrollo al Bajo Aragón. Y tiraba de un argumento tan manido como falso: las inversiones públicas deben trascender Zaragoza y llegar al territorio. Pero no decía ni media de los mataderos turolenses que han cerrado por falta de presupuesto para su modernización, de los empresarios del Matarraña y otras comarcas que salen adelante sin más ayudas ni apoyos, de los propios alcañizanos que no saben cuándo dispondrán de un hospital en condiciones, de la gente que ve cómo la controvertida Ciudad del Motor se lo traga todo (fondos espaciales, planes de industrialización, partidas de diversas instituciones) a cambio de unos retornos económicos muchísimo menos espectaculares de lo que se nos quiere hacer creer.
Los espejismos se disipan. Aramón, empresa pública deficitaria, acaba de reclamar avales para un crédito de doce millones de euros. Plaza, otra sociedad montada por el Gobierno de Aragón, y que a priori no debía tener problema alguno, arrastra hoy un pasivo impresionante. Supuestas iniciativas privadas con fuertes ayudas públicas en Mallén, en Villanueva del Gállego o en la propia Zaragoza se quedan en nada dejando tras de sí estupendos pufos. La administración autónoma es en estos momentos el único motor para la reutilización del enorme recinto Expo. Y lo de Caudé no pinta mejor.
Del Real Zaragoza, de su agujero y de cómo se le dio cuerda a su actual propietario brindándole las mejores oportunidades en la ya citada Plaza mejor no hablamos. Lo tremendo es que ahora, cuando nos agobian las sombras de este monumental ocaso, persista una tremenda resistencia a reconsiderar la situación y dar un giro de ciento ochenta grados. Se fue el PSOE, vino el PP, nos cayó encima el ajuste, pero por lo demás seguimos en lo mismo. Como el PAR, ¿no?
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/domingo 15.01.2012
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