Observo que últimamente las fobias ultraconservadoras se han ampliado. Empezaron por los exquisitos artistas progres y las clases medias ilustradas abiertamente izquierdistas. Luego, incluyeron a los trabajadores del sector público y muy en particular a los funcionarios de las áreas administrativas que se emboscan en los despachos, tienen empleo asegurado, moscosos, gabelas y un ratito al mediodía para tomar café; sin olvidar, ojo, a los profes de cualquier nivel, pues la derecha española, que siempre receló del magisterio, anda empeñada en denunciar las supuestamente exageradas vacaciones de los docentes, sus horarios lectivos e incluso sus sueldos (¡qué tiempos, cuando se podía decir con propiedad aquello de "pasa más hambre que un maestro de escuela"!). Y ahora, desde la última huelga general, la nómina de los anatemizados abarca otro grupo social: los trabajadores cualificados de la gran y mediana industria, esos privilegiados que aún disfrutan de contrato fijo, salarios dignos, antigüedad, pluses y encima mantienen cierta actividad sindical, lo cual ya es el colmo.
Estos arrogantes obreros especializados han desafiado al Gobierno, han secundado las convocatorias de los abominables sindicatos, han salido en manifestación contra la reforma laboral y parecen dispuestos a resistir el ajuste por todos los medios. Por suerte, los currantes de verdad (mucho más majos aunque menos cualificados) están ahí, con sus contratos precarios, sus sueldos de a ochocientos euros el mes, su santo temor al patrón y su total desorganización. Esta buena gente fue capaz el 29-M de atender a razones (¡más les valía!), usufructuar su derecho al trabajo, dar la espalda a la huelga y cumplir con sus jefes, apoyando los esfuerzos de Rajoy para que la Patria salga de la crisis y a Botín no le falte de na.
España, la España fetén, abomina de tanto creador, tanto profesional, tanto investigador, tanto universitario y tanto especialista. Aquí hace falta gente cabal, que sepa lo justo para sintonizar la TDT, sobreviva a base de pluriempleo, trague lo que le echen, se crea lo que le cuenten y comulgue con ruedas de molino. Si no- ¡cómo vamos a competir con los chinos!
JOSÉ LUIS Trasobares 09/04/2012
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