Los más curiosos no han perdido la ocasión de acercarse a la Avenida de Cataluña, donde se exhiben los 36 coches oficiales que doña Rudi
decidió sacar a pública subasta para ahorrar. Allí están, hechos en su
mayoría unos tristes tastarros, con cientos de miles de kilómetros a
cuestas y menos glamour que una panda de poligoneros arreglaos para la
fiebre del sábado noche. Los autos son, hablando en plata, una mierda.
Ni altas gamas ni altas cilindradas ni cosa parecida. Es decir, que todo
aquello de meterle mano al parque móvil de la DGA se ha quedado en pura
propaganda para conformar a esa pobre gente que aún sigue convencida de
que el déficit público se arregla sin más suprimiendo asesores y coches
y bajando el sueldo de los políticos.
El grueso de las
inversiones y/o gastos que dependen del Gobierno de Aragón no está en el
cúmulo de chocolates del loro que tanto suelen dar que hablar, sino en
partidas de lectura más compleja, más técnicas y, si me apuran,
más disimuladas. Por eso, la historia de los coches apenas da para una
sonrisa, mientras que el cálculo de los agujeros que acumulan las más
señeras sociedades públicas acongoja a cualquiera. ¿Qué pasaría si se
auditasen Aramón, Motorland, PlaZa o Zaragoza Alta Velocidad
actualizando de verdad el valor de sus activos inmobiliarios?
Aún
hay más. Mientras la vorágine informativa nos zarandea sin piedad, en
la Tierra Noble alguien prepara las jugadas del futuro. Por ejemplo, esa
venta anunciada de los edificios de la Expo propiedad del Gobierno
aragonés. Resulta que aquellos inmuebles nos iban a permitir concentrar
las dependencias de la Administración autónoma ahorrándonos así no sé
cuantísimos alquileres. Mas ahora su pignoración permitirá obtener
liquidez, a cambio... de seguir pagando alquileres. Genial, ¿no? Ya hay
malpensados que proyectan sus sospechas sobre esta operación. En su
opinión, todo está dispuesto para que algún afortunado inversor puede
hacer un bonito negocio convirtiéndose en casero de la DGA durante los
próximos lustros.
Todo será que al final esto de ahorrar nos acabe saliendo carísimo.
JOSÉ LUIS Trasobares 30/04/2012
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