Las señoras, de cóctel; los caballeros, de traje oscuro (más o
menos). En el incomparable marco del palacio de La Aljafería, el
Gobierno de Aragón y las Cortes celebraban conjuntamente el 23 de Abril
para salvar la jornada con un solo vino español. Rudi saludaba
dando la mano con amable distancia, como si estar allí le produjera
apenas una leve emoción. A ella le han hecho guardia en mejores garitas
institucionales y no puede evitar sentir nostalgia por las recepciones
en el Palacio de Oriente, cuando estaba de presidenta del Congreso de
Diputados y era la número tres en el alto protocolo del Reino. ¡Qué
tiempos! En cuanto a Biel, ayer parecía tener un poco ajado su
habitual entusiasmo. Él también añora la época, tan reciente, en la que
subpresidía Aragón (a menudo lo presidía del todo), movía las palancas,
tenía la llave de la caja fuerte y podía encabezar esas invenciones
quiméricas que tanto le gustan. Ahora, en cambio, la cosa está mustia,
fláccida, pobretona.
La conmemoración oficial del 23 de Abril reunió a casi todo el núcleo duro
aragonés, que tampoco parece gran cosa ahora que las cajas de ahorro
van de medio lado, buena parte de nuestros más señalados empresarios se
han ahogado en el mar de los eres y la situación política nos ha puesto
bajo la intervención de Madrid. Sin embargo, en la Aljafería todavía se pudo percibir ayer un resto, un eco de la vieja autoestima. El ex, Marcelino Iglesias,
a quien le impusieron una condecoración por haber sido quien fue,
exhibía mejor que nadie esa satisfacción inmarchitable del optimista
compulsivo. Daba gloria verlo. Otros no parecían tan lustrosos. Y no
sólo me refiero a los socialistas, sino a gente del mismísimo PP
agobiada, según parece, por sus actuales responsabilidades.
Ahí tenemos el todo Aragón,
pensé; un grupo de personas amables y bien vestidas, envueltas en
perplejidad e incapaces de visualizar su propio futuro. En eso, orquesta
y coro arrancaron con el himno aragonés (el oficial). Y una vez más
tuve una imparable sensación de irrealidad, de delirio. Este himno, nos
define: como él somos un artificio convenido, una rutina carente de
espontaneidad... un pastiche.
JOSÉ LUIS Trasobares 24/04/2012
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