Hace fortuna la tesis de que el PP no ignoraba que heredaría del PSOE
un déficit superior al calculado previamente, pues tal desenlace estaba
cantado. Así que los actuales lloriqueos de Sorayita y Cristobalín
son pura pamema. ¡A buenas horas se caen del guindo! Por idéntica regla
de tres, cualquier español en su sano juicio (votase a la derecha o a
la izquierda) tenía claro que las imprecisas promesas de Rajoy en
la campaña electoral eran propaganda vacía destinada a incumplirse.
Sólo los muy ingenuos pudieron creer que los impuestos no subirían, los
servicios públicos permanecerían intactos, las pensiones nunca volverían
a sufrir merma alguna y todo se arreglaría suprimiendo dos ministerios,
amortizando plazas de asesores y reduciendo coches oficiales. ¡Por
favor!
Cuando nadie dice nunca la verdad no hay engaño posible.
Sólo puede mentirte quien te merece alguna credibilidad. Pero si das por
sentado que los poderosos jamás serán sinceros (o sea, lo normal), ¿por
qué habrías de sorprenderte cuando descubrieses que te habían dado gato
por liebre?
La mentira sobrentendida funciona como una
certidumbre absoluta. Por eso, quienes entendemos a la perfección ese
juego en el que los síes son noes y viceversa, sabemos que la gestión
neoconservadora de la llamada crisis no tiene por objeto (jamás lo tuvo)
la recuperación, sino configurar un nuevo modelo de sociedad que
habrá de ser desregulado en lo económico, autoritario en lo político y
muy controlado por la oligarquía financiera.
En España había un
programa (tanto más aparente cuanto más intentaban disimularlo sus
promotores) para destruir los derechos de los trabajadores, empobrecer a
las clases medias, aniquilar los servicios públicos, bancarizar y
privatizar las cajas de ahorro, acojonar a la ciudadanía, manipular la
información y reducir las libertades. Dicho programa se viene aplicando
desde antes del 20-N y avanza a toda velocidad. No es un engaño; es una
revolución. Eso sí, permite (a quienes así lo prefieran) renunciar a la
clarividencia y refugiarse en la realidad percibida como en una especie de habitación del pánico virtual. Igualico que en Matrix, oye.
JOSÉ LUIS Trasobares 26/04/2012
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