Mientras el Gobierno acordaba una subida de la luz que pareciese liviana comparada con la anunciada tras la última subasta
del kilovatio, el precio de dicha unidad de energía descendía al mínimo
empujado por los vientos de la borrasca atlántica. Los aerogeneradores
(sí, esos molinos que aborrecen los amantes de las nucleares) habían
funcionado a pleno rendimiento y las hidroeléctricas también. Pero,
claro, tal circunstancia no iba a modificar los planes del ministro Soria (o de Montoro)
ni a suavizar las presiones de las eléctricas: al final nos van a
clavar, como siempre. Algunos sostienen que todo estaba pactado desde el
primer momento según el consabido truco de anunciar una puñalada mortal
para dejarla después en un pinchazo cabrón pero más asumible. No sé si la conspiración entre ministros y brokers
energéticos existió o no (tampoco sería la primera), pero la realidad
está ahí: tendremos que pagar más y encima estar agradecidos.
¿Qué está pasando con la luz? Pues que es un recurso imprescindible en
manos del rapaz capital financiero. Este cuenta con la complicidad de
los políticos, muchos de los cuales van y vienen por la puerta giratoria
que les lleva de su cargo público a sabrosos puestos en las compañías
eléctricas o en los fondos de inversión que trafican con el kilovatio.
Según los voceros de la derecha, la culpa de la situación actual sería
de Zapatero, las primas a las renovables y la moratoria nuclear.
No hay tal. El anterior Gobierno gestionó muy mal las ayudas a la
instalación de aerogeneradores y parques solares (enseguida hubo
fraudes, cómo no), cierto. Pero este es un problema menor.
Las
renovables funcionan bien y barato. España es un país perfecto para su
utilización. Es increíble que no hayamos diseñado una estrategia para
alcanzar por esa vía la autosuficiencia energética, como lo es que en el
tejado de cada casa no haya una o varias placas para calentar el agua o
generar electricidad. Claro que el Ejecutivo pretende gravar la
producción doméstica. No sea que a las grandes compañías se les estropee
el negocio.
Resulta que España, aunque parezca mentira, tiene un
exceso de producción. No necesitamos nucleares ni otras instalaciones
de alto coste. Por eso han fracasado las centrales de ciclo combinado.
Las ubicadas en Aragón no funcionan o lo hacen a bajo rendimiento (así
lo reconocía recientemente el consejero Aliaga). El carbón, un
combustible indeseable, necesita subvenciones. El gas ha de ser
importado. Sin embargo, en el colmo del delirio, las famosas subastas
trimestrales acaban con todos los kilovatios cotizados al mismo precio:
el que marca el sistema más caro.
Esto no es un mercado, es la cueva de Caco.
JOSÉ LUIS Trasobares 29/12/2013
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