A diario, las fuentes oficiales (prácticamente las únicas que
disponen de adecuados altavoces) nos ofrecen datos macroeconómicos
sublimados, descontextualizados y sometidos a un maquillaje estadístico
que convierte lo muy malo en regular, lo malo en bueno y lo regular en
excelente. Los analistas manejan estas referencias y juegan al optimismo
porque es algo que está de moda y quien no sigue la moda no consigue
entrar en los lugares exclusivos que se reservan el derecho de admisión.
Pero lo más extraño del discurso ortodoxo es que en él se habla por
separado de la economía en general, que viene a ser una ciencia
abstracta y casi inaprensible, y de la economía real, que es lo
concreto y tangible (por lo cual no interesa a nadie importante). El
dinero se mueve en los circuitos financieros, impulsado por ese
combustible de alto octanaje que es la especulación (fondos buitres,
apuestas al límite en los mercados de materias primas, rápidas entradas y
salidas en las bolsas y, cómo no, las rentables actividades del crimen
organizado). Frente a ese mundo de inversiones virtuales y beneficios en
metálico, lo real ha pasado a una posición secundaria o más bien
subordinada (me refiero a la industria, el trabajo, los ingresos de los
asalariados, los ahorros familiares, las inversiones sociales y todas
esas fruslerías).
El Banco de España prevé que nuestro atribulado
país crezca algo más de un punto porcentual en cada uno de los próximos
años. Al mismo ritmo bajarán de forma simultánea las listas del paro...
y los sueldos. Así, aunque la recesión quede atrás (macroeconomía),
apenas mejorará la posibilidad de encontrar empleo, y el que haya será
una estupenda mierda (economía real). Ya nos vamos entendiendo. Pronto
estaré en condiciones de darles la razón a Rajoy, Guindos, Montoro y el resto de la banda.
Mientras, Aragón sigue decaído y no ha cumplido el objetivo de déficit
en el 2013. Curioso, la comunidad viene aumentando su deuda a muy buen
ritmo, devalúa sus servicios básicos, apenas invierte, y sin embargo
tampoco cuadra las cuentas. ¡Qué cosas tiene la puñetera economía real!
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