Los portavoces del Gobierno advierten de que poner en duda la salida
de la crisis contribuye a desestabilizar el proceso de recuperación, por
lo que resulta antipatriótico y contrario al interés general. El
ministro del Interior asegura que las críticas a la actuación de la
Guardia Civil en Ceuta ayudan a las mafias que trafican con seres
humanos a través de nuestras fronteras. Los voceros oficiales y
oficiosos del PP y la UPN consideran que exigir a Barcina la
convocatoria de elecciones anticipadas (visto el chaparrón de escándalos
que rodean al actual Ejecutivo foral) hace el juego a Bildu y a ETA...
Así se ha construido un implacable argumentario conservador que aspira a
imponer una sola verdad en esta España devaluada, jodida y aterrada: o
nos sometemos, abandonamos toda resistencia y asumimos la intrínseca
superioridad de quienes saben bien lo que conviene... o será peor, mucho
peor. ¿Peor todavía?, se pregunta estupefacto el personal. Pues sí,
responden los mandamases. Temblad quienes aún tenéis algo que perder.
No sé si llamar a esto pensamiento único,
porque de pensamiento tiene poco. La derecha, en plena efervescencia
postmoderna, aspira sin mayor disimulo a utilizar las circunstancias
(magníficas, desde el punto de vista conservador) para recrear una
atmósfera alienante, opresiva y dominada por lo emocional antes que por
lo racional. Tan obvio es este protocolo inductivo que, al ser aplicado
simultáneamente en la España nacional y en la nacional Cataluña, ha
puesto en escena un magnífico choque de trenes (con la colaboración, eso
sí, de algunas pseudoizquierdas abducidas por el simplismo patriótico).
Y en ambos casos, las críticas resultan intolerables, la mentira de
Estado es virtud obligada, los que dudan están a un paso de la traición,
el mito sustituye a la Historia y el debate queda ahogado por los
gritos.
Mientras, el CIS publica su última oleada: acojone
generalizado, preocupación por el paro (81,1%) y la corrupción (44,2%).
El 82% ve mal o muy mal la situación política. Lo mismo piensa el
¡86,9%! de la situación económica. ¡A que se cabrea Rajoy!
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