Esta España de la poscrisis afronta problemas que algunos
pretenden insalvables o sin otra solución que cortar por lo sano. Pero
no. Siempre es posible superar las dificultades con buena voluntad,
aprendiendo de la experiencia ajena y abriendo canales de participación
social. Ahí van dos ejemplos.
Primero: el fiasco de las
pseudoprimarias amagadas por el PSOE en Aragón. Bueno, fiasco relativo,
porque la dirección regional nunca quiso hacer primarias de verdad. De
entrada atornilló el proceso con limitaciones muy superiores a las
recomendadas por la última conferencia política del partido. Rechazó la
participación de simpatizantes e incrementó el número de avales
necesarios para ser candidato. Al final todo ha quedado en nada, salvo
ese patético forcejeo sobre los censos de militantes. Esos censos, ¡ay,
madre!, que en algunas agrupaciones incluyen a no pocos inscritos... por
la puerta de atrás.
En Valencia, sin embargo, los socialistas
han hecho unas primarias mucho más sinceras y exitosas. Con dos
aspirantes en liza, y abiertas a la participación de 50.000
simpatizantes. Ha vencido el candidato oficial que así gana enteros de cara a las próximas elecciones autonómicas. Entonces... ¿a qué temían los dirigentes del PSOE aragonés?
Segundo: el follón de Cataluña. El asunto mueve pasiones (¡y ay de los
que intentamos abordarlo sin pulsiones nacionalistas de ningún signo!,
todos nos ponen a parir). Pero ayer, en este diario se publicaba una
entrevista con Stephane Dion, exministro quebequés. Desde su
experiencia (dos referendos de autodeterminación que permitieron
integrar mejor a Quebec en Canadá y resolver la tensión secesionista)
explicaba que la única forma de abordar el separatismo es generando
identidad plural, propiciando el diálogo, dando prioridad a las fórmulas
democráticas y organizando un estado federal. En su país, la fórmula ha
tenido éxito. Gran Bretaña la aplicará en Escocia. Aquí, las viejas
pulsiones centrípetas han impedido acudir a una solución similar, tan
obvia, tan lógica.
O sea, que poder sí que se puede. Pero hay que querer, claro.
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