A Suárez se le está despidiendo con los honores adecuados. Los
comentaristas loan sus virtudes (algunos, eso sí, han puesto reparos
estéticos al abrumador proceso de beatificación histórica de que
está siendo objeto el expresidente). Quienes atacaban al difunto en el
tumultuoso inicio de los 80 ahora le dedican los mayores elogios. Unos
cuantos hemos advertido de que la Transición fue una obra coral en la
que los protagonistas más evidentes estuvieron condicionados por la
sociedad movilizada. Televisión Española y otros medios al servicio del
actual Gobierno siguen sosteniendo, sin embargo, que el líder de UCD y
el CDS nos regaló la democracia, de acuerdo con el Rey, en un magnífico
gesto de generosidad y valentía. Se vislumbra una operación
perfectamente planeada para elevar al político muerto a categoría de
mito (el autor de la Reforma, que pilotó la conversión de la dictadura
de Franco en una democracia homologable), para luego identificarle con sus continuadores: José María Aznar y Mariano Rajoy
(¡cuyas respectivas actitudes tan poco tienen que ver con la de Adolfo
Suárez). El PP de nuestros días desea situarse en la estela del centro
democrático, y no en la de aquella AP tardofranquista que es su
verdadero antecedente.
Es significativo que la muerte de Suárez
haya coincidido en el tiempo con la llegada a Madrid de las Marchas de
la Dignidad. Doscientas mil o trescientas mil personas en la calle,
indignación, gritos contra los poderes que gestionan la crisis... y el
consabido desenlace a hostia limpia. Conclusión final: la democracia
vigente tiene problemas, y muy gordos. La Transición no fue (no tenía
por qué serlo) una estación término a partir de la cual todo habría de
ir perfectamente, sin más afanes ni esfuerzos. Sólo representó el
conveniente final de una etapa. Los problemas actuales no están tanto en
el origen del periodo democrático como en su evolución. Adolfo Suárez y
millones de españoles coetáneos suyos lo hicieron bastante bien. Le
echaron valor y coherencia. No fracasaron. Quizás el problema radica en
que luego todos nos hemos vuelto más estúpidos y más cobardes.
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