Algunos ciudadanos han convertido la suspicacia política en una
actitud fundamental y cuando se abre en flor un escándalo ya dan por
sentado que se marchitará rápidamente. Aquí nadie va a la cárcel, dicen.
Y se equivocan. Pues siendo cierto que esta bendita democracia nuestra
ha perdido buena parte de su valor original, todavía sigue sometida a la
regla de las mayorías y en tal medida compromete en positivo a esos
mismos partidos tan proclives a ensimismarse y cagarla. Por eso el PSOE
ha admitido una comisión de investigación sobre Plaza. Por eso el PP y
el PAR parecen haber dado un margen a la posibilidad de que las Cortes
averigüen asimismo qué pasó en la CAI y cuál fue el papel que jugaron
allí los representantes institucionales (que no eran pocos). Por eso el
Gobierno Rudi presenta un proyecto de ley de transparencia que tal vez arroje luz sobre los oscuros sótanos de la Administración.
Los usos democráticos nos permiten saber algo de una corrupción que
tiene siglos de existencia pero que medios informativos y tribunales
nunca (antes de la Transición) pudieron contar ni juzgar. A mí, desde
luego, denme una buena democracia convencional (burguesa la llamábamos peyorativamente cuando éramos jóvenes incendiarios, para luego hacerla nuestra y denominarla social),
porque cuando los mecanismos habituales de representación política se
van al garete o se convierten en una escenificación vacía, entonces ya
podemos darnos por definitivamente jodidos.
Son las costumbres propias de las democracias las que enfrentan al exconcejal socialista Becerril
con un jurado popular que determinara si fue, o no, culpable de tráfico
de influencias. Es probable que el acusado, llevado sin duda por su
naturaleza bocazas (no lo digo yo, lo ha dicho él), no entienda
de qué va todo esto. Mas ya captará el tema, ya. Bueno... hablo de este
ciudadano como podría hacerlo de otros presuntos implicados. Incluso de
esos consejeros (de Plaza) que no se enteraban de nada porque en aquel
tiempo "todo era estupendo" (Andrés Cuartero dixit). Ya saben: dura lex. No es irrompible pero sí resistente.
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