A Ricardo García Becerril elsobrecoste en las naves de Plaza construidas por Agapito Iglesias
(catorce kilates, según estima el juez) le daba risa. No creo que
siguiera carcajeándose ayer al entrar en el talego. El exgerente de la
plataforma venía negándolo todo desde que fue detenido en Salou, con
400.000 euros en el colchón y un yate en el puerto. Negaba, digo,
mientras miraba de reojo hacia arriba; o sea, hacia Carlos Escó,
su jefe político. Ahora, Becerril, Agapito y el propio Escó ruedan por
la pendiente. Están imputados, deben hacer frente a fianzas descomunales
y sus tribulaciones no cesan de aumentar. De risa, nada. Ha llegado la
hora del llanto y el crujir de dientes.
A estas alturas,
cualquier persona humana ha de escandalizarse por el extraño barullo que
fue la administración de Plaza. Dicha sociedad pública tuvo, según
parece, una contabilidad tan retorcida y laberíntica que en estos
momentos, tras varios meses de indagaciones policiales y judiciales, no
hay forma de cuadrar las cuentas ni de calcular con precisión los
desfases ni de seguir documentalmente las diferentes obras. El juez
quiere hablar ahora con los miembros del consejo de administración que
supervisaron (¿?) este deshueve. Normal.
Resulta inquietante la
ligereza política y social que ha rodeado los magníficos pufos que hoy
tenemos entre manos. El de Plaza se ha convertido en carne de juzgado
mientras en las Cortes de Aragón el PP intenta rentabilizar
electoralmente el barullo (pero con cautela y evitando incómodas
salpicaduras) y el PSOE (con el corazón partío entre la montaña y el
llano) pretende salvar su clamorosa implicación en el caso al precio más
bajo posible. El PAR se hace el sueco, no sea que alguna de sus
sociedades públicas caiga también bajo la lupa y se arme otro belén. CHA
e IU, como suele suceder, siguen la jugada con el indignado candor de
los Santos Inocentes.
¿Y el desastre de la CAI? ¿Y los
tropecientos millones de agujero (pueden ser 450, o 500, o más) que
arrastra la desdichada Corporación Empresarial Pública de Aragón?...
Como para reírse.
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