Se acaba de producir una nueva modificación del Plan General (PGOU)
de Zaragoza. Se trata de un notable incremento en el número de viviendas
previstas en Arcosur. Nada nuevo a orillas del Ebro, donde los
documentos destinados a ordenar el desarrollo de la urbe inmortal
siempre fueron papel mojado, listos para ser alterados al día siguiente
de sus pomposas aprobaciones en pleno. La capital aragonesa ha crecido
en un cuidadosísimo desorden, regulado al milímetro por los intereses de
los grandes promotores. Bueno, ahora mismo dichos intereses no son gran
cosa. Sin embargo aún atizan nuestro particular caos.
Ante la
terca codicia del Sistema no valen de nada los razonamientos ni las
advertencias. Avisar en su día de que el precipitado crecimiento de
Zaragoza por el Sur desequilibraba la programación de los servicios
básicos fue tan inútil como decirle a un niño que no desmontara su
juguete favorito. Soñando con aquel millón de habitantes y la
prolongación del negocio inmobiliario por los siglos de los siglos, el
ayuntamiento abandonó la ciudad consolidada y se aventó por los acampos
recalificando suelo para decenas de miles de pisos. Hoy, aquella
demencial galopada constructora desemboca en una situación crítica que
impide escolarizar en proximidad a los niños de Valdespartera, Rosales y
Arcosur, dificulta la movilidad desde dichos barrios, convierte en un
lío vecinal y político cada nuevo proyecto en la zona y mantiene a sus
habitantes en un permanente estado de descontento, temor y nerviosismo.
Que nadie se dé por aludido. La desplanificación es virtud muy
española. Se percibe en todo: desde la incapacidad de los gobiernos para
organizar el mercado de la energía, meter en cintura a las eléctricas e
incentivar de forma razonable la expansión de las renovables (sin duda
las más baratas), hasta los clamorosos fallos de programación y táctica
que colocan una y otra vez a la policía de este país en situaciones
límite. Se actúa sobre la marcha, se trabaja a golpe de ocurrencia y se
prefiere mil veces seguir la rutina antes que adoptar alguna innovación.
Emocionante sí que es, sí.
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