El cargo socialista preguntó con evidente desaliento: --¿Cómo ves lo de Plaza? --Chungo -contesté-. Imagina lo que puede salir a relucir de la compleja y oscura relación entre Agapito y el Marcelinato. Vais a sufrir. --Más vale -replicó como si recitara un mantra- tragar el sapo de una
vez y no dejar que el PP nos tenga en vilo de aquí a las autonómicas del
15.
Y ahí nos quedamos. Inspirados por Lambán, los
socialistas quieren que las Cortes lo investiguen todo... todo lo que
pasó ¡cuando en Aragón gobernaban ellos! El de Ejea desea cruzar ya el
terreno minado. Confía en que después aún le quedará tiempo para
recuperar credibilidad, armar una propuesta razonable y estar en
condiciones de obtener un buen resultado en las futuras elecciones y
gobernar Aragón con el apoyo de IU y CHA. Mientras, PP y PAR han
decidido jugar ese juego dando paso a una comisión parlamentaria
destinada a indagar las responsabilidades políticas habidas en el
desastre de la CAI.
Todo esto son rollos baratos y
escenificaciones forzadas, piensa buena parte de la ciudadanía. Pero, en
estos momentos, con decenas de políticos, ejecutivos del sector público
y contratistas deambulando por la Ciudad de la Justicia, algo tendrá
que hacer el sistema institucional para cubrir las apariencias. Ahora
bien, ¿por qué habríamos de creer que quienes anduvieron por los
consejos de administración de Plaza y la CAI sin enterarse de nada,
ahora van a ser capaces de averiguar lo que pasó en ambos lugares y
asumir las culpas correspondientes? ¿Y quién querrá aclarar unos
barullos donde el presunto (pero obvio) mamoneo fue dirigido por unos
pocos pero necesitó de la cooperación activa o pasiva de muchos más?
Agapito (cuyo fantasma ronda al expresidente Iglesias
en las noches de insomnio) habrá de pechar con una acusación más:
fraude fiscal en el Real Zaragoza. Demasiado notorio. El personal tal
vez no entienda cómo es posible saquear una plataforma logística o una
caja, pero de fútbol sabe un huevo. Solo falta que el equipo caiga a
Segunda B. Entonces sí que se va a poner feo y verrugoso el maldito
sapo.
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