Ahora, el PP y los voceros conservadores están entusiasmados
con hacer alcaldes (o presidentes de comunidad o incluso presidente del
Gobierno central) a los cabezas de las listas más votadas; ¡a los que
hayan ganado!, dicen mientras se rasgan las vestiduras ante las
coaliciones que permiten, de acuerdo con la más elemental lógica
parlamentaria, configurar mayorías estables. Bueno... en realidad, la
derecha solo intenta preservar el bipartidismo (incluso el régimen de
partido hegemónico) por encima de todo. Por eso en el PSOE los hay que
también se tiran a esa piscina, no se sabe si por pura frivolité o presas de puro y simple pánico. Belloch, por ejemplo.
¿Cómo puede ser alcalde un candidato cuya lista haya obtenido un apoyo
del 30% o incluso del 25%, aunque fuese la más votada? ¿Qué sentido
tiene proclamarle contra una aplastante mayoría de votantes? ¿Cómo
podría gobernar el municipio si no tiene mayoría en el concejo? Con una
segunda vuelta, argumentan los partidarios del tema. Las dos listas más
votadas vuelven a medirse y la que más chufle se queda con todo. A las
demás, que les den. Es el retorno a una fórmula mayoritaria no
proporcional, la misma que se impone de hecho en las generales en cada
una de las pequeñas (pero numerosas) circunscripciones provinciales que
solo reparten tres diputados. En la España actual, tal mecanismo
supondría una nueva estafa electoral dirigida frontalmente contra los
minoritarios que vienen creciendo y remontando posiciones.
Hasta los niños pequeños saben que esto se lo ha sacado de la manga Rajoy
a la vista de las últimas proyecciones de voto, que dejan a su partido
sin mayorías absolutas. Es más, desde el PP y aledaños se teme (con
auténtica histeria) que una próxima confluencia de las izquierdas en un
amplio frente cívico, ciudadano, popular o como quieran bautizarlo rompa
definitivamente las reglas de la alternancia, arrastre al PSOE hacia
posiciones más progresistas y aisle a la derecha privándola del poder en
prácticamente todos los niveles institucionales. Por eso nos vienen con
el truco de los alcaldes. Menudos demócratas.
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