Si el criterio Alaya se aplicase a rajatabla en casos
como el de Plaza o el de la CAI, las imputaciones barrerían
literalmente todo el sistema aragonés. Si se tuviera en cuenta ese
principio, según el cual cualquier miembro del consejo de administración
de una sociedad pública o una entidad financiera social es
responsable (por acción u omisión) de la gestión llevada a cabo, habría
que procesar a la enorme tropa de políticos con cargo, sindicalistas,
altos funcionarios, personas relevantes, catedráticos de Economía,
ejecutivos y expertos varios que han integrado (e integran) las cúpulas
de las sociedades y entidades en cuestión. Tal vez ellos (y ellas) se
escandalicen o enfaden cuando lean un juicio tan concluyente, pero
habrán de reconocer para su fuero interno que el ejercicio de
irresponsabilidad cometido en la Plataforma Logística de Zaragoza o en
la que fue modélica caja de ahorros aragonesa no puede ser aceptado, sin
más, por una sociedad cada vez más escandalizada y harta. La evaporación
de cientos y aun miles de millones de euros implica no solo
ineficiencia, temeridad y estupidez, sino también un evidente saqueo de
un dinero que pertenecía a los aragoneses. No vale fingir ignorancia. La
jueza Alaya tiene razón.
Las dos comisiones de
investigación parlamentaria (Plaza y CAI) están dando mucho más juego
del que algunos pensábamos. El autoexamen funciona. En tal faena se está
consagrando el rigor y la profesionalidad de Patricia Luquin, de
Izquierda Unida, cuyas preguntas son tan oportunas como incisivas. Era
de esperar porque esta señora, además de trabajadora e inteligente,
representa en las Cortes a una formación que no está pillada en los
chanchullos ahora diseccionados. Y puede meter el bisturí sin cortarse
un pelo.
Hoy declararán Calvera y García de Toledo (el tercer hombre fuerte de la CAI y el más acosado por las sospechas, García Montes, está ilocalizable).
A ver cómo explican qué pasó con la pasta desaparecida. A lo mejor, al
igual que los consejeros y presidentes de la entidad, también se acogen
al asilo de la ignorancia. De esta gente se puede esperar cualquier
cosa.
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