Pues sí, la economía necesita controles, elementos reguladores,
transparencia, normas estrictas, sentido social... Es que, si no, pasan
cosas como las de Gowex, que al revelarse como una estafa en toda regla
(otra más) ha dejado a los ultraliberales con el culo al aire. Muchos de
ellos, como no tienen vergüenza intelectual, han reaccionado exigiendo
lo mismo que antes negaban con furia: que el mercado, para no degenerar
en crimen organizado, esté sometido a estrictas supervisiones. Pero esa
conversión sobre la marcha tal vez se deba a que el fundador y
presidente de la tecnoempresa devenida en fiasco, Jenaro García,
era uno de ellos, un emprendedor de éxito premiado y agasajado. En el PP
le daban cantidad de coba y le ponían como modelo de lo que necesita
España. Ahora está todo quisque cabreado con él. Cosas de la vida.
La ortodoxia económica (neoclásica)
se pretende indiscutible. Sus mandamientos se resumen en uno: que cada
cual maneje sus intereses y sus energías como mejor sepa, y el que más
pueda... millonario. Desde esa perspectiva sobran injerencias por parte
de los estados. La buena política solo puede dirigirse a facilitar la
actuación de las personas y corporaciones con iniciativa, liberándolas
de legislaciones, supervisiones y pactos laborales. De obligaciones
fiscales, también: el beneficio es sagrado. Hay que dejar fluir
libremente el desarrollo y la riqueza, se dice. Pues vale... Pero en
esas condiciones no es raro que ocurran cosas como esta de Gowex. Que
tampoco es un fenómeno propio de la bolsa alternativa. En la otra, en la
del Ibex, vimos hace bien poco un desembarco tan trucado y sucio como
el de Bankia, con Rato a la cabeza (otra persona de orden, ¡vaya por Dios!).
¿Es tan difícil entender que la economía debe estar sujeta a controles y
reglada por normas adecuadas? ¿Es tan aberrante exigir a las empresas
(privadas o públicas) unas cuentas claras y una actividad compatible con
los intereses mayoritarios? Parece evidente que no. Y sin embargo la
doctrina que promueve lo contrario es hoy hegemónica e inspira la
actuación de nuestras instituciones. La monda.
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