Un año después del inicio de las operaciones en el aeródromo
de Caudé, fuentes oficiales glosaron el aniversario con datos más
falsos que el alma de Judas. En realidad, ese proyecto no arranca
ni a la de tres; pero el Aragón institucional está especializado en
disfrazar los traspiés de éxitos rutilantes. Así nos va.
Desde hace meses (años, diría yo) vengo dedicando esta sección
dominical a un monotema: la denuncia del terrorífico despiste
conceptual, estratégico, mítico e informativo que reina en la Tierra
Noble. Es como una obsesión, lo sé. Así que voy a poner hoy un punto
final a la monserga. Bueno... final, lo que se dice final, quizás no lo
sea. Por la simple razón de que mañana puede surgir cualquier novedad
impactante que obligue a tocar la misma pieza. No obstante intentaré en
lo sucesivo buscar otros enfoques y analizar cuestiones de diferente
naturaleza. Adiós sociedades públicas, adiós grandes proyectos, adiós
supereventos, invenciones y mamarrachadas... que os den. Escribiré los
domingos sobre las palomicas del Pilar, la albahaca oscense y los
amantes de Teruel, o dejaré que corra la bola y me reservaré para el
resto de la semana. Ya evolucionará la realidad de acuerdo con las leyes
universales. Seguiremos gastando en melonadas el dinero del común,
apostaremos por iniciativas sin sentido, nos embarcaremos en
reivindicaciones absurdas y encomendaremos la gestión de nuestros
asuntos a gente perfectamente incapaz de resolver algo. Pero antes...
permítanme resumir la situación. A grandes rasgos.
En el
primer aniversario de Caudé (entre 40 y 50 millones de inversión
pública), solo dos aviones permanecen estacionados en su inmensa campa
asfaltada a nuestras expensas. Fuentes oficiales afirmaron que durante
el año se habían producido allí 400 operaciones aéreas. ¡Ja! En realidad
muchos días allí solo despega y aterriza el helicóptero medicalizado
del Salud. Apenas se han creado puestos de trabajo. La concesionaria (de
la que se espera que pague los gastos de mantenimiento pero ni un
céntimo de amortización) no cesa de pedir nuevos equipamientos e
infraestructuras, que obviamente correrían por cuenta del común. El
aeródromo, en fin, parasita habitualmente el Fondo Especial de Teruel.
¿Cuánto hay que invertir para crear empleo? Aquí, en iniciativas como
la citada de Caudé o Motorland y otras, la ratio puede llegar a ser de
dos millones de euros por cada empleo. Demencial. La Ciudad del Motor,
por ejemplo, inmoviliza una inversión inicial sobre la cual no existe un
cálculo preciso (la opacidad está a la orden del día) pero que se
situaría entre los 120 y los 150 millones de euros. A fondo perdido. Y
cada año, el GP de motos y otros eventos provocan pérdidas por encima
de los 10 millones. Agujero es la palabra. Mantener a flote la famosa
Plataforma Logística de Zaragoza supondrá decenas de millones de nuevo
gasto en los próximos tres o cuatro años. Ampliaciones de capital,
créditos... Luego, se supone que la manida recuperación económica obrará
el prodigio de generar beneficios en una sociedad pública (con
participación de las cajas de ahorrro) que arrastra deudas
multillonarias.
¿Fue Plaza una mala idea? ¿Y la Expo de
Zaragoza? ¿Y Walqa? Pues a priori no. Pero sí hubo una mala concepción o
una mala ejecución o una absoluta imprevisión. Pusimos asuntos muy
complejos en manos de gente incompetente.
El inservible
aeropuerto de Huesca, el demencial recrecimiento de Yesa y otras
infraestructuras hidráulicas sin sentido, la desproporcionada estación
cesaraugustana del AVE, el surrealista túnel del Somport, la ruina del
Real Zaragoza, el inacabable palacio de hielo de Jaca, Pirenarium, el
descojone de Aramón, los museos y teatros hechos o por hacer... todo ese
batiburrillo ha desembocado en un monumental equívoco y unos resultados
que calificaremos de muy mediocres para que nadie se ofenda demasiado. Y
no me vengan otra vez con minipatriotismos alto, medio o
bajoaragoneses. Nadie niega a nuestra tierra, de norte a sur,
inversiones y propuestas. Con buena lógica, con transparencia, con
eficacia.
Bueno, por lo menos aún pudo lograrse que la
majadería de Gran Scala nos saliera casi gratis. Solo hicimos el
ridículo durante años. Pero eso...
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