Según órdenes del Ministerio de Hacienda (acogidas con
entusiasmo por el Gobierno aragonés), los presupuestos de la Tierra
Noble han de quedar recortados en doscientos millones adicionales a fin
de cumplir el objetivo de déficit. El acuerdo entre Moncloa y el
Pignatelli quedó cerrado el jueves en una reunión del Consejo de
Política Fiscal y Financiera. Sin embargo, aún no se sabe cómo va a
funcionar este milagroso tijeretazo que, nos dicen, "nadie notará".
Bueno, eso de que la rebaja nos pasará desapercibida considérenlo como algo más bien subjetivo. Rudi
y los suyos llevan años asegurando que los ajustes no han reducido,
¡sino al contrario!, la eficacia de los servicios públicos. No es, por
supuesto, lo que opinan los usuarios y profesionales de la sanidad, la
educación y la asistencia social. Por eso les digo que lo de los
doscientos kilates escamoteados sin dolor hay que relativizarlo.
Aragón lleva lustros sometido a una administración inadecuada. Muchas
iniciativas públicas o público-privadas han patinado o sobreviven
gracias a que el dinero del común acude cada ejercicio a tapar los
agujeros. La deuda aumenta sin cesar. Pero ni un sólo jefe ha reconocido
la situación o ha insinuado siquiera ese replanteamiento estratégico y
de criterio que algunos pedimos sin descanso (ni fortuna).
El mismo jueves, la propia presidenta, sus consejeros de Economía e
Industria, el presidente de las Cortes (y del PAR) y el mismísimo
delegado del Gobierno en Aragón presentaron (otra vez) el Fondo Especial
de Teruel. Pues bien, todos se felicitaron una y otra vez por el
mantenimiento de dicha partida (sesenta millones, aportados al 50% por
el Ejecutivo central y el aragonés) y glosaron con el triunfalismo
habitual la buena marcha de distintos proyectos destinados a impulsar la
iniciativa y la inversión privada. Pero eso no se lo creen ni ellos. El
Fondo Especial está siendo usado más bien para cubrir los déficits
sistemáticos de las sociedades públicas que operan en Teruel, para
completar el presupuesto y para repartir alguna subvención o ayuda entre
ayuntamientos o empresas bien vistos.
Veintidós
millones del Fondo son engullidos automáticamente por Motorland, Caudé,
las estaciones de esquí o Dinópolis. ¿No son todos ellos proyectos de
largo recorrido en los que ya se ha hecho la inversión principal (a
fondo perdido, por lo que se ve) y ahora han de funcionar de manera sostenible?
Pues sí. Pero como no es así, como todos dejan importantes pérdidas,
hay que enchufarles un dinero que debería tener otros objetivos más
razonables y capaces de crear más empleo y riqueza. Entre eso y otras
cosas, el cumplimiento del déficit es misión imposible. De ahí lo de los
200 millones.
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