Justo cuando empezaba la operación salida, los analistas
económicos cayeron en la cuenta de que en España pasan cosas muy raras.
Por ejemplo: mientras sube el PIB un 0,6% en el segundo trimestre, los
precios vuelven a tasa negativa con una caída del 0,3% en el mes de
julio. ¿Crecimiento y deflación a la vez?, se preguntan los más agudos.
Qué raro. Pero más raro aún es lo que se refiere a la lucha contra el
paro. Resulta que se está creando empleo neto... Y sin embargo disminuye
el número de horas trabajadas. O sea, en realidad hay menos curro. En
estas ha llegado agosto. Yo me calzo las gafas piscineras y, por
supuesto, me dispongo a pasar el veraneo aquí, en Zaragoza. Dónde
mejor.
Estos días, si no les importa, vamos a tomarnos
las cosas con sentido del humor. ¿Echando mano de la realidad percibida?
¡Por qué no! Finjamos que nos creemos lo que los jefes cuentan. O,
mejor: no prestemos atención a los noticiarios, sino a la publicidad.
La publi
es un perfecto exponente de por dónde van los tiros. Los efectos del
nuevo orden social han sido soslayados por las agencias de creativos con
una nueva generación de anuncios destinados a reponer al consumidor
algo de la dignidad perdida. Esas sí que son inyecciones de autoestima:
yo no soy tonto, kelistosoy, rastreator-¡guau!-¡guau!, trivago, kayak,
pedagógico trompazo al idiota que no busca el seguro de coche más
barato... En los spots recuperamos en control de nuestras atropelladas
existencias. Podemos curarnos de espanto suscribiendo un seguro médico
privado o un seguro de vida. Podemos elegir cuándo queremos ir al
retrete (rovi, micralax, minienemas, supositorios de efecto inmediato) o
cuándo no queremos ir (fortasec). Podemos creer que las eléctricas son
ecologistas y los bancos generosos, que si te rocías con Axe te comerán
las señoras, que poniéndote una crema tendrás la cintura del tenista Moyá o que con un gel de dúrex obtendrás esa imposible carambola que es el orgasmo simultáneo.
Y si quieres ser feliz, como me dices, no analices muchacho, no
analices. Pero juega a la Primitiva, amigo, que no tenemos sueños
baratos.
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