Qué fin de semana el pasado. Tras haber oído a Rajoy
el viernes, los que iniciaron el veraneo lo hicieron con el optimismo y
la alegría de quien sabe que volvemos a Jauja; los que aguantamos aquí,
en Zaragoza, también compartimos el entusiasmo del presidente del
Gobierno, al igual que los empresarios aragoneses, las grandes
compañías, los bancos (cuyos beneficios cayeron en el primer semestre
del año, pero cuya moral está por las nubes)... Todos palpamos al fin la
felicidad, la euforia, la esperanza. La crisis ha acabado (de lo cual
no hay duda porque lo dicen todas las personas verdaderamente
importantes, con el ínclito don Mariano a la cabeza), y llega el momento
de volver a disfrutar de la vida. ¡Hala, a gastar! Y si vas apurado, no
te preocupes: un telefonazo a cualquier financiera y esos tres mil
euretes que necesitas para llevar la familia a la playa los tienes en un
santiamén. Devolverlos luego está tirado. ¡Vamos lanzados por la senda
de la recuperación!
Encima bajarán los impuestos. Cierto
que la bajada les cundirá muchísimo más a los que pillan pasta en
cantidad, y apenas se dejará notar entre los 10.812.278 contribuyentes
que declaran ganar entre 12.000 y 60.000 euros anuales. Pero eso es
porque este Gobierno apoya a la gente con buena mano para el tema de la
guita. Así los demás espabilaremos y nos dedicaremos también a
retabillar el dinero a espuertas. Y el que no sepa cómo hacerlo, que
juegue a la primitiva o al sorteo ése de la Once, el de los veinte
millones. Veinte... no está mal. Un poco escaso. Por eso yo prefiero los
euromillones, que acomulan botes de cuarenta, cincuenta e incluso de
más de cien kilates. Sólo toca cuando se produce un fallo en las reglas
matemáticas; pero cuando toca... te arregla las cosas de verdad.
Adios, crisis, adios. Fíjense si tenemos confianza, que Cesar Alierta, presidente de Telefónica, ha renunciado a su blindaje
de 35 millones. ¿Por qué? Por que no teme perder el empleo. Esa pasta
la ha trasladado a su fondo de pensiones, que ahora asciende a 48,8
kilopondios. Ya les dije: aquí lo que mola es acertar una primitiva.
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