Las imágenes del asesinato del periodista norteamericano James Foley
por sicarios del Estado Islámico (la organización yihadista que ocupa
actualmente parte de Siria e Irak) nos ha dejado en estado de shock.
La apasionada tribu de los reporteros de guerra, últimos guardianes de
la verdad informada, se ha sumido en un desaliento absoluto. Ayer
escuché a colegas que llevan décadas recorriendo los campos de batalla
replantearse el sentido de su trabajo. "Nos hemos convertido en objetivo
prioritario -decían--. Unos nos mienten e intoxican, nos expulsan o nos
disparan accidentalmente; otros nos secuestran y nos matan
convirtiendo la ejecución en un acto propagandístico. Vivimos en un
mundo donde proliferan la mentira y los conflictos podridos, un mundo en
el que no tenemos cabida".
La generalización del mal y la evaporación de las causas justas
ha convertido a los periodistas en simples testigos incómodos de ese
siniestro juego en el que los criminales interactúan entre sí en una
espantosa sinergia. ¿No fue Estados Unidos quien entrenó y armó a los
primeros yihadistas para lanzarlos contra los rusos en Afganistán? ¿No
fue Israel quien alentó y apoyó a Hamas en sus inicios para minar el
poder de la Organización para Liberación de Palestina? ¿No ha sido la
invasión de Irak y la desestabilización de Siria el caldo de cultivo que
ha permitido prosperar a los fanáticos del Estado Islámico? ¿No son las
monarquías petroleras de Arabia (esos buenos amigos de Juan Carlos I
de España) los mentores y financiadores del integrismo suní? ¿No
existen fundadas sospechas de que Ucrania negocia con los
fundamentalistas musulmanes para intercambiar carburantes por
municiones?
Caen sobre los periodistas proyectiles made
in USA, misiles israelíes, interdictos chiíes, bombas y puñales suníes,
balas, emboscadas... Los poderosos y los fanáticos no quieren que las
cámaras, los portátiles y las simples bocas cuenten el sufrimiento de
los pueblos inocentes atrapados en el fuego cruzado. Al asesinar a
James, las perversas bestias han querido asesinar la verdad. Invocando a
Dios.
JLT 21/08/2014
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