He conocido a varios taxistas de la onda Jiménez Losantos
que profesaban el credo neocón con un fiereza acojonante. ¿Pero cómo
podéis exigir el absoluto libertinaje económico, les decía yo, si
vuestra actividad (reguladísima y contingentadísima) es de lo más
intervenido que hay? ¡Tendrá que ver una cosa con otra!, replicaban
ellos. Y así llegó el día en que aparecieron las aplicaciones
informáticas para organizar traslados y viajes cooperativos al margen de los servicios públicos y la gente del taxi puso el grito en el cielo. Como es normal, ojo.
Hay que tener cuidado con lo que se desea o se promueve, no sea que su
consecución venga a resultar una desagradable sorpresa. La Europa
políticamente correcta se puso muy chulica en Ucrania. Si la cosa tuvo
al principio algún sentido moral, la famosa revolución ucraniana
acabó siendo demasiado... paramilitar. Luego, el posterior conflicto se
ha convertido en una cosa confusa y horrible. Y en éstas, el borde de Putin,
harto de las represalias económicas occidentales, también se puso tieso
y cerró su frontera a los productos agropecuarios europeos. ¡Ay!
Entonces descubrimos que eso nos va a costar a los súbditos de la UE un
pastonazo (a los yanquis, nada). En el Bajo Cinca han parado la recogida
de fruta, los ganaderos temen una caída en picado de los precios, las
organizaciones del campo aragonés están que trinan... y el bueno de Modesto Lobón, consejero del ramo, hubo de suspender sus vacaciones, ¡con lo a gusto que estaba!
Piensen en el petróleo, en Irak, en Libia. Guerra y bombardeo. Pero
ningún jefazo cayó en la cuenta de que no cabe desmontar un statu quo
si no está garantizada su sustitución por otro mejor. El oro negro nos
ponía cachondos. Y ahora... tenemos el crudo y sus derivados más caros
que nunca.
Hablando de gasofa. El Gobierno ha autorizado prospecciones petrolíferas junto a las Canarias en unos términos inauditos. Obligará
a Repsol a suscribir seguros por unas cuantas decenas de millones. Solo
que si pasa algo (no lo quieran los dioses) el chandrío será de miles
de millones. Esa sí que sería una sorpresa apabullante, ¿eh?
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