Cualquier cosa que rompa la amnésica Babia donde se supone que hemos
de vivir los españoles, provoca en las gentes de orden un revuelo y una
indignación exagerados. Que si hemos de mirar al futuro, que si a qué
viene revolver en nuestro sangriento pasado, que si lo que no sea olvido
es guerracivilismo... En fin, no creo que haya otro país de la
atormentada Europa (ni la Alemania del Holocausto, ni la Francia de los
colaboracionistas, ni la Italia de la República de Saló) donde la
historia reciente provoque tales ataques de pánico. La contienda que
enfrentó a los españoles en el 36-39 y que tuvo su prolongación en la
represión franquista y la lucha por las libertades sigue siendo para
algunos un suceso a olvidar. Eso sí, siempre que los vencedores
de entonces (y las víctimas a ellos asimiladas) permanezcan en los
altares mientras los perdedores siguen desaparecidos en anónimas fosas
comunes.
En medio de esta situación (tan patológica) hemos
consagrado el término Memoria para definir no tanto los recuerdos
individuales o colectivos como el conocimiento de la Historia reciente,
cuyo aprendizaje resulta inexcusable. Si dicha Historia (la pongo con
mayúsculas para señalar su carácter académico) debe describir las
contradicciones de la España retrasada y violenta del siglo XIX, las
miserias de la Restauración, las terribles consecuencias de la aventura
colonial en Marruecos, el fracasado intento renovador y liberador de la
II República, las luchas sociales, el golpe de los militares traidores,
la guerra civil y la crueldad de la dictadura posterior, también tendrá
que reflejar las nefastas consecuencias del infantilismo revolucionario,
la división de las izquierdas o la parte alicuota de anarquistas,
socialistas y comunistas en las matanzas de retaguardia durante el ya
citado periodo 36-39. Tal cual. Los niños y los jóvenes pueden ¡y deben!
estudiar esto, al igual (aunque se trate de otra asignatura) que todo
aquello destinado a acreditarles como conscientes e informados
ciudadanos del futuro. Quienes hoy se oponen a ello no son sino enemigos
de la educación... y de la democracia.
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